viernes, 6 de septiembre de 2013

caminando entre la multitud...



Camino entre la gente, la multitud.
Me gustan los contrastes, caminar con mi traje por la calle, con la mirada distraída para cualquier espectador, mientras mi cabeza sólo tiene una idea en la cabeza. Sonrío para mis adentros, es tan sencillo salir de la rutina…Me gusta sentir que oculto mi pequeño secreto a los demás, y que mi rostro inescrutable no deja escapar ningún gesto que me delate.
Una historia y un juego más. Miro mi reloj, las ocho y media.
Hmm…. pronto aún. Dejémosla un poco más.
Me gustan los contrastes… soy un hombre de contrastes, y a veces fuerzo mi vida para sentirlos.

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Son las siete de la tarde.
-Hola, Sara.
-Hola… – Responde aparentando tranquilidad, pero su voz tiembla, la imagino perfectamente a través del teléfono. Está en un sitio extraño, sola. Se que estará mirando alrededor, jugando con el llavero, aún en sus manos. De pie, en el centro de la habitación. Esperando. Un juego jugado mil veces antes, y al que volverá a jugar mil veces más.
Se sabe en mi poder, con toda la inseguridad que ese sentimiento conlleva, y a la vez reconfortada por la seguridad que le otorga esa misma entrega.
-¿Te gusta la habitación?. Pedí las mejores vistas. – Ella camina junto a mi por la habitación y corre las cortinas. La ciudad; bajo sus ojos, y más allá, el mar. Azul cobalto, oscuro. Profundo mar del norte.
-¿dónde estás?. Pensé que te encontraría aquí arriba… – ¿Hay un tono de desilusión? Siempre ha sido impaciente.
-Sara… – Repito su nombre, sé cuanto le excita que le llame por su nombre. – Sara, no preguntes, no estas en esa habitación para eso… lo sabes, ¿verdad?
Un instante de silencio, y una respuesta afirmativa. Ahora está donde la quiero, y pienso explotarlo más. Pasaran mil años y no me acostumbrare a esto, o si?
-¿Para qué estás aquí, Sara ?
-No sé…
-Creo que eres capaz de más.. ¿por qué te he sacado de casa hoy, y te he mandando ir a este hotel? ¿ Por qué he reservado ésta habitación para ti?
Sigue titubeando, realmente no sabe que contestar.
- ¿ Por qué quieres que haga algo para ti ?
-Aja… muy bien, quiero que hagas algo para mi… por supuesto que quiero, y por supuesto que lo harás. Lo sabes, ¿verdad?
-Si.
-Coge el teléfono, y llama a recepción. Di que vas a dormir, y que durante la tarde esperas visita, así que cuando pregunten por tu habitación, que por favor, le faciliten la llave de la misma.
Otro instante de silencio, siempre analizas todo lo que le digo, ahora mismo estás calculando las posibilidades, intentando descifrar el juego, pero aún no está maduro. Impaciente.
- ¿A nombre de quién dejo la llave? ¿Al tuyo?
-A ningún nombre.

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-¿Qué va a tomar?
-Un café, por favor.
Sentado en una terraza frente al mar. Estamos en ese momento en el que el verano se va, y aún nos negamos a coger el abrigo, así que un escalofrío recorre mi cuerpo durante un momento, bajo mi camisa.
Estoy frente al mar, pero para ella podría estar en cualquier lugar. En la habitación contigua de ese hotel en la colina… abajo, en la cafetería, junto a recepción… a 400 Km., en Madrid. Tal vez es perfectamente consciente de que estoy en su ciudad, o tal vez no. No es algo que vaya a preguntarle hoy. Dentro de un par de días, habrá tiempo de hablar, y de preguntar. De transmitirme todas sus sensaciones y todos esos pequeños detalles que 2 semanas después desaparecerán en el olvido.
Me ha costado, siempre cuesta, es como una batalla, y precisamente el ganarla es lo mejor. Siempre me cuesta hacerla reaccionar, supongo que la distancia tiene esos inconvenientes. Necesito mi tiempo para hablarle, para guiarle y llevarle a mi terreno, para que salga por un instante de su mundo y su monotonía. Una vez fuera de allí, la batalla está ganada.
Ha sonado su teléfono y me ha encontrado al otro lado. Pero no era una llamada habitual, y lo ha notado al instante. A pesar de haber hablado un rato de cosas nimias, los dos lo sentíamos.
Me he dado mi tiempo, consciente de que ella esperaba ese cambio de tema, esperando el ataque. Pero la iniciativa es mía, y llegará cuando decida.
Por fin… el juego, la presión, … negación, súplica, rebeldía, amenaza, y por fin, la recompensa, claudicación. Ha olvidado sus compromisos, ha cancelado sus planes, y roto sus citas y a tomado un lápiz y papel. Veinte minutos después su coche.
Saboreo mi café. Despacio. Mi reloj marca las nueve y diez. En este momento estás nerviosa, eso no desaparece por mucho que esperes. Quizás haya desaparecido esos primeros impulsos de impaciencia que siempre te asaltan.
Cansada… eso desde luego, moverás tus rodillas, para evitar que se te duerma una pierna. Pero jamás cambiarás tu postura, yo lo sé, y tú lo sabes. Es algo tan básico que ni siquiera me planteo. Tan cómodo en esta butaca frente al mar… Soy un cabrón, y te encanta.

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-¿Si?
-Hola, Sara. ¿ Todo bien?
-Ehh.. si, ya está. Acabo de hablar con recepción. Ya he dejado el recado y han dejado una llave lista para ti.
Sonrio para dentro….Niña tramposa, debería castigarte. Pero mi castigo será el silencio, ni siquiera me molesto en cuestionar si la llave será para mi o no. Te sienta aún peor y lo noto, pero no te atreves a insistir sobre ello. Bien echo.
-Quítate toda la ropa.
La frase le coge de imprevisto, pero solo lo justo. Ni ella es cándida, ni yo quiero que lo sea. Obediente, y sin decir nada escucho sus movimientos a través del teléfono.
-Ya esta. Estoy desnuda.
-Bien, ve al cajón. Ábrelo y dime que hay dentro.
Camina por el suelo de madera, descalza. La imagino flotando sobre ese suelo, su cuerpo grácil ondulando. Es perfecta, y cada acto suyo implica una belleza sublime. Y es toda para mi.
Ahora ha abierto el cajón e identifica perfectamente lo que hay sin siquiera tocarlo.
-Veo unas esposas, y un trozo de tela negro.
-Cógelas.
-Ya está.
-Ahora ve a la puerta de la habitación.
De nuevo un ángel se mueve por la habitación.
-Ya.
-Ponte la venda en los ojos. – Leves sonidos acarician mi oído.
-Ya.
Me gusta como se adapta a la situación, y como su obediencia a dejado paso a los monosílabos. Es obediente, y sabe cual es su papel. Y sabe jugarlo.
-Ahora, con la venda bien colocada, te pondrás en el suelo, a cuatro patas, como la perra que eres, Sara. Colócate de espaldas a la puerta, ofreciendo tu culito. Para que cualquiera que pueda entrar a esa habitación pueda verte expuesta ante él. Ofrécete mi niña.
Le escucho moverse, ruidos, suspiros, y por fin, de nuevo el silencio.
-Ya está.
-Bien, Sara. Termina.
Silencio.
-Sara, sabes que tienes que hacer ahora. La entrega absoluta, sabes que siempre quiero eso de ti. Y hoy será excesivamente gráfica, ¿no crees?
-Si, lo es…
-Sara, ¿que tienes que hacer ahora? Dímelo.
Responde usando un tono interrogante aunque obviamente sabe lo que deseo en este momento, y también que no responderé.
-¿Tengo que esposarme?… ¿ no?
-Sara, dime que tienes que hacer ahora.
Suspiró, coge fuerzas…
-Esposar mis manos, a la espalda.
-Hazlo.
Criccccc. La primera muñeca atrapada. El teléfono móvil golpea el suelo cuando Sara lo deposita frente a ella, a partir de este momento, no podrá usarlo más.
El momento de la entrega, de la indefensión absoluta. Solo siente la puerta tras de ella, su culo desnudo frente a ella, expuesto, vendida…
Pasa un segundo, otro más, no hay prisa, cuanto mas tiempo pase, mayor será su lucha interna, y mayor mi disfrute. Ojalá durara toda la vida este momento.
……….Cricccccc. Sus muñecas atrapadas. Sus brazos atrapados a su espalda, su cuerpo atrapado y su mente atrapada para mi. Ciega e inmóvil. Indefensa. No hay tiempo para el arrepentimiento. Solo hay tiempo para la entrega. A partir de ahora todo será nervios e incertidumbre. Cuelgo el teléfono.
Ahora está sola, y seguirá así el tiempo que yo quiera.

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La puerta del ascensor se abre. Cada paso lo doy más lento que el anterior, pero a pesar de ello, casi sin darme cuenta estoy frente a la puerta de la habitación. Miro mi reloj. Las nueve y media.
Inserto la tarjeta en la puerta y la abro de par en par, despacio. La habitación es sobria, odio esos hoteles con cortinas de flores y cuadros de paisajes. Las cortinas están entornadas y la poca luz que queda en el exterior me deja recorrer las camas, perfectamente echas, la mesa de haya, con su silla dentro. El espejo del armario, todo impoluto excepto algo de ropa doblada sobre la cómoda. Y ella.
Escucho perfectamente su respiración en medio del silencio. Su respiración agitada por el cansancio, y por los nervios. El momento más esperado y temido ha llegado.
Colocada a cuatro patas, las rodillas dobladas recibiendo el peso de su cuerpo, la espalda curvada, el tiempo y el cansancio le han echo inclinarse hacia delante, y tiene su cara, de medio lado apoyada también en el suelo. Su culito no podía estar más expuesto en esa postura, y ahora, aunque quisiera cambiarla, no podría, demasiado cansada.
Sus brazos tensos recorren su espalda, unidos por la trampa metálica, unas sencillas esposas, tan delgadas, tan finas… y ellas solas conteniendo ese cuerpo ante mi. Sus rodillas, separadas me ofrecen una vista exquisita, me recreo en ella, mientras sigo bajo el dintel de la puerta.
Se que me oye perfectamente, y se que aunque no mueva un solo músculo todo su cuerpo esta alerta, a flor de piel, intentando detectar algún sonido común, esperando escuchar una palabra que le tranquilice, que le confirme quien esta jugando y como es el juego.
Nada de eso ocurre. Todas las sensaciones que ha tenido durante estas horas, de indefensión, de desnudez… se multiplican con el echo de tener a alguien detrás de ella, a menos de un metro. La sensación de dependencia es absoluta, y sabe perfectamente que la persona que ha entrado en la habitación, puede hacer con ella lo que quiera, todo lo que le plazca. Quizás debiera haberla amordazado…
Me deshago de mi ropa, y la dejo en el suelo, junto a mi. En solo dos pasos mis piernas casi rozan su culo. Empujo la puerta de un golpe y esta se cierra de un portazo. Noto su pequeño saltito… No te asustes…Aunque se que lo estás. Y aún lo estarás más, es tan fácil..Me inclino hacia delante, cerca de tu cara. La agarro, con cuidado, y retiro un poco el pelo que te cubre el rostro, como una caricia, saco algo de mi mano y te lo coloco en torno a ella, te ajusto la pequeña pelota en tu boca y ajusto la tira de cuero. Ahora amordazada… ni siquiera podrás gritar, todos tus sentidos concentrados solo en mi, y en mis actos.
Me pongo de rodillas tras ella, estoy tan cerca que casi debe sentir como invado su espacio vital. Recorro por última vez su cuerpo estático, en pocos segundos todo cambiará, y la agitación será su única dueña. Su piel, perfecta, su melena morena y lisa cayendo por su cara, sus pequeños pechos ni siquiera llegan al suelo. Bajo mi mirada, a sus muslos, y los recorro, mientras encuentro mi polla en el camino. Estoy tan excitado ahora mismo, y en este instante la sensación de poder hace que ya no me importe si ella lo está o no. Ahora es mía.
Aún no la toco, agarro mi pene con la mano y avanzo… muy despacio se la meto, hasta el fondo, de una sola vez. Está tan húmeda como esperaba, y no cuesta nada, sin embargo el efecto es absoluto, a pesar de los calambres y el cansancio, su cuerpo se estira, sorprendido, agitado, invadido de pronto por mi. No le dejo tiempo a reaccionar y comienzo a moverme, ignoro los protocolos y antes de que se de cuenta estoy follandola con todas mis fuerzas, mientras hace esfuerzos por no perder el equilibrio.
Mis manos, apoyadas en mis caderas, y mi polla entrando una y otra vez en ella. Todo su cuerpo está en tensión, una mezcla de placer, de miedo, y de descontrol, su cara prácticamente es el punto de equilibrio para no desmoronarse, sobre el que apoya todo el peso de su cuerpo. Me excita verla resistirse así. Se que es orgullosa y no caerá, aguantará hasta el último instante, hasta que no le queden fuerzas.
Sin embargo, no sabe la paciencia que tengo, y desde luego, si algo no me gusta, es terminar pronto las cosas. Salgo de ella, pero no me alejo. Su respiración se ha convertido en jadeos, y gotas de sudor perlan su espalda. Por primera vez casi no puedo evitar recorrer su espalda con mi mano, acariciarla, sentirla… pero me reprimo.
Me giro, y cojo algo de mi chaqueta. Es un consolador que aún no conoces, nunca habías probado uno de este tamaño, y hoy lo harás. Apenas tienes tiempo de descansar cuando lo introduzco de nuevo en tu coño, hasta el fondo, no quiero que me moleste.
Cuánto disfrutaré dentro de unos días, cuando me confieses todas tus sensaciones, lo que has sentido en todo momento. Me incorporo un poco, y mientras te mueves ligeramente por culpa de tu nuevo inquilino, te la introduzco en tu ano. Antes era más difícil y todo era más laborioso, ahora prácticamente me he acostumbrado a penetrarte apenas sin cuidado, a pesar de que aún te molesta al principio. De nuevo dentro de ti.
Llego de nuevo hasta el fondo, y me quedo quieto, como la pausa antes de la batalla. Totalmente llena por todos sus agujeros, poseída absolutamente. Me retiro, despacio, y comienzo a follarla de nuevo, ahora es todo más rápido aún, más violento, nuestros cuerpos se mueven descompensados, sin ningún ritmo. Yo marco el mío, y ella tan solo el que puede. Ahora no pararé hasta que todo acabe, tus gemidos a través de la mordaza son cada vez más fuertes, respiras intensamente por la nariz, casi más concentrada en coger y expulsar el aire que en lo que te hago, o no.
Cuando te corres siento tu escalofrío como si me ocurriera a mi, es tan gráfico y tan explícito, prácticamente te caes, te derrumbas sin fuerzas sobre el suelo. Sigo dentro de ti, solo tu culo, en un esfuerzo orgulloso aún sale hacia arriba, ofreciéndomelo, mientras tu respiración se va calmando. Lo acepto y continúo. Ahora apoyo mis manos en tu culo, descargo mi peso sobre ti, prácticamente tapando tu menudo cuerpo. No tardo en llegar yo también.
Exhaustos, sudor, vicio en mis ojos. Suelto un suspiro de placer, mucho después del orgasmo, el placer mucho más satisfactorio del juego de lo que podrían ser 1000 orgasmos. Me incorporo y marcho a la ducha. Una ducha que me reaviva junto con mi imaginación, sabiéndote en la habitación, tumbada cual larga eres sobre el suelo, ahora un poquito de medio lado, y con el dildo aún dentro de ti.
Pero por hoy hemos terminado, o más bien no, me visto y abro las esposas. Obediente, no mueves un centímetro de tu cuerpo hasta que de un portazo abandono la habitación.
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domingo, 1 de septiembre de 2013

Mis jueves sin ti



Tu voz me despertó en la madrugada. Tu voz no: tus quejidos. Unos quejidos largos, como de gata en celo. Como si la vida se te fuera con cada sonido de la boca. Como si te estuvieran asesinando.

Tu voz, o mejor, tu quejido, atravesó las paredes y penetró en mi cuarto a oscuras. Silvana dormía. La oscuridad era total y yo sentía su respiración en mi nuca. Su cuerpo tibio. Sus senos pegados a mi espalda. Su brazo en mis costillas. La curva de sus caderas rodeando mis nalgas.

Helada en la madrugada. Debían ser las 2 o 3 de la mañana cuando sentí tus gritos. Otras veces, en otros moteles, había escuchado los sonidos del amor en los cuartos vecinos, cuestión de paredes delgadas o de parejas demasiado fogosas. Pero nunca aquellos gritos lograron la resonancia fantasmal de los tuyos.

Al principio te escuché en mis sueños. Soñaba con las montañas desiertas, angustiantes, de un valle que era una trampa. Una mano inclemente me había depositado allí y no me dejaba escapar. Resignado a morir de sed, me disponía a excavar mi propia tumba cuando irrumpió tu voz. Tu quejido salvador. Pensé que era una señal celeste, una voz divina indicando la salida. Agradecí tus mensajes en clave de gemido y los seguí, presuroso, sin mirar hacia atrás.

Pero de pronto entendí que se trataba de un sonido de este mundo. Que no eran los ángeles del bien sino tu garganta, tu quejido de mujer en la noche helada. Mi sueño se detuvo en seco. Abrí los ojos y temí que el encanto desapareciera.

Me saludó en la oscuridad total del cuarto. Las gruesas cortinas no dejaban pasar ningún resplandor de la calle. Moví una mano ante mis ojos y no logré verla, ciego sin remedio, sombra entre tinieblas, alcancé a creer que mi pesadilla no había terminado.

¿Había abierto los ojos? Y otra vez, en medio de aquel negro impenetrable, comprobé que tu voz era real. Tu quejido animal. Tu disfrute de la vida. De nuevo habías llegado en mi rescate.

No era un quejido cualquiera. Se recreaba al salir. Adquiría tonalidades, matices y curvaturas. Era todo: dedicación y goce. Un sonido libre. Tal vez confiabas que las paredes no dejarían escapar tu voz hacia los cuartos vecinos. O simplemente no te importaba.


Imaginé las posibilidades de tu actitud, las circunstancias en que podías encontrarte para emitir tales gemidos tan cerca, tan cerca de mi alma. Imaginé primero una opción con tu ceño fruncido y tu boca entreabierta, tus ojos fijos en el lugar del deleite. Para mirar. Podrías estar apoyada en los codos, o en las dos almohadas de la cama. Imaginé otra posibilidad más clásica, con tus ojos cerrados y tu cabeza echada hacia atrás, más atrás de la almohada, sacudida por los espasmos. Y llegué a pensar en una última, contigo acaballada. Las piernas a lado y lado de otras caderas, la cabeza levantada y las manos inquietas. Podías tener la luz prendida. O estar a oscuras. Las posibilidades eran infinitas, pero concluí que la situación no tenía importancia. Lo único y válido era el efecto acariciador de tu quejido. Y el misterio. El misterio de tu voz en la noche.

Para ese momento ya estaba bien despierto. Miraba la oscuridad y trataba de imaginarte. Silvana dormía. Le gustaba aferrarse a mí y ni siquiera dormida sus dedos dejaban de tocarme. Decía que así no caería en las trampas mortales de sus sueños, que eran como remolinos sin fondo. Traté de soltarme pero no fue posible. Me volví boca arriba y Silvana modificó su posición al instante, par adaptarse. Su respiración suave me recorrió la oreja. Tu quejido iba en aumento. Los intervalos se hacían más breves. Los sonidos más fuertes. Mi propia respiración empezó a agitarse. Pensé en despertar a Silvana para iniciar otra acometida, repuesto por completo del esfuerzo que nos había hecho caer como desmayados unas horas antes. Tu voz era suficiente incitación. Tu ritmo. El eco de tu gemido.

Entonces sonó un grito corto, uno nada más, y reinó el silencio. Si volviste a quejarte fue en voz baja. Se perdió tu voz en las sombras. Su lugar lo ocupó la respiración suave de Silvana.

Permanecí mucho rato en la oscuridad pensando en ti, imaginando tu cara, suponiendo la escena al otro lado de la pared. Tu quejido, como mensaje del más allá, todavía retumbaba en mi cerebro. Empecé a morir de curiosidad. De ganas de conocerte. ¿Cómo serías? La dueña de aquel quejido no podía ser una mujer común. Mis propias horas con Silvana perdieron importancia. Desde la extinción de tu grito, la noche de jueves carecía de sentido.

De pronto sonó la puerta de tu habitación. Una voz de hombre y una de mujer se confundieron con apuro. Los pasos se alejaron por el pasillo, rumbo a la escalera. Sin vacilar aparté las manos de Silvana y me levanté. Corrí las gruesas cortinas de la ventana y pude ver el taxi amarillo que esperaba. Había llovido. La calle mojada brillaba con el paso de los autos. La pareja llegó a la calle y se acercó al taxi. El hombre abrió la puerta y esperó, caballeroso, a que la mujer entrara.

En ese momento pude verte. No eras muy alta. Vestías con discreción: falda por debajo de la rodilla, blusa blanca, abrigo oscuro. Tacones. Mujer delgada y elegante. El cabello corto, suave, sacudido por el movimiento de la entrada al taxi. Y el fino borde de tu cara, con una expresión entre triste y preocupada. Usabas gafas grandes, que te daban un aire de oficina, de jornadas laborales, de horarios.

Abordaste el taxi y te sentaste al otro extremo. Pero al voltear a mirar al hombre que se disponía a subir, me viste. Creo que me viste. Una fracción de segundo, nada más. Por el rabillo del ojo viste la cortina abierta en el segundo piso y mi figura en la oscuridad. Tus ojos se volvieron abiertamente hacia mí. Fulminado, cerré la cortina de un golpe. No pudo ser más torpe mi actuación. Cuando volví a correr tímidamente la cortina, el taxi ya había partido.

Regresé a la cama para pensar en ti. En tu apariencia discreta. En tus movimientos finos. Lo más opuesto a la voluptuosa mujer que había imaginado. Ni boca ancha ni curvas para perderse. Pequeña y tímida, un tanto nerviosa. Pálida bajo la luz de la calle. Y con esas gafas enormes, serias, desconcertantes. El contraste no podía ser más grande entre tu aire discreto y forma expansiva de quejarte.

No deje de pensar en ti el resto de la noche, el día siguiente, la semana entera. Todo me intrigaba. Si te encontrara por la calle sin saber lo que sabía, habría pensado que eras una secretaria de gerencia, de esas responsables, silenciosas y eficientes. O una jefe de empresa, con muchos destinos en sus manos. O una ama de casa ejemplar con un esposo y dos hijos pequeños y educados. En cualquier caso, alguien de mucha distinción y carácter, que nadie ubicaría gimiendo en un motel a las dos de la mañana. Me ganaba la obsesión. Cada vez que entraba en una oficina, en una calle o en un teatro, que me sentaba en un restaurante o en mi auto, miraba alrededor buscando tu cara. Quería saber más, obtener una pista, una clave para responder mis dudas. Pero la ciudad y la fortuna no me alcanzaron para encontrarte.

Así llegó otro jueves, como el jueves en que te conocí. Cansado de buscarte entre la gente, opté por acudir al único lugar donde podía saber de nuevo tu existencia. Regresé al mismo motel de tres pisos, gris y un tanto lúgubre. Logré que el administrador me diera habitación en el segundo piso, muy cerca de la anterior, con vista a la calle. Llegué más tarde, casi a medianoche, y pronto estuve tendido en la oscuridad, atento a la noche. Camila dormía. Le gustaba voltearme la espalda y olvidarse en sus sueños. Los disfrutaba. Decía que le atraían recuerdos de otras vidas. Su olvido me facilitó las cosas. Me paré junto a la ventana y vigilé con precaución. De vez en cuando me acerqué a la puerta y pegué el oído a la madera. No pensaba regresar a la cama, así que me vestí para no helarme. Entre la puerta y la ventana me alcanzaron las dos de la mañana. Empezaba a dormirme de pie, contra la cortina, a tropezar en la oscuridad, a envidiar el sueño profundo de Camila, cuando sonó tu quejido.

Igual que una semana antes, tu quejido intermitente perforó el silencio. Eras tú, no había duda alguna. El mismo sonido, tu misma voz. Esperé con paciencia. Miré el reloj con ayuda de una lamparita, pero no contabilicé tus quejidos. Sólo entendí que el tiempo no te importaba. Que mientras gimieras, el mundo alrededor, la historia que tuvieras, tu forma de vestir y de actuar, no tenían importancia. Te prodigabas. La música de tu garganta era el final y el comienzo.

También constaté, mucho más tarde, que el hombre a tu lado no producía sonidos. Contenía su voz. Callaba. No existía. Si hubieran sonado a dúo, seguro no sería tan intrigante. Sólo una copulación más en un lugar construido para eso. Pero sonabas sola, sola tú, y ese era uno de los secretos de tu magia.

Como la vez pasada, tu quejido se detuvo en seco. Eran las tres de la mañana. El aire helado no importaba ya. Ni la oscuridad. Deambulé por el cuarto preguntándome qué hacer. Me urgía comunicarte mi existencia. Sin agredir, sin avergonzarte, sin ninguna intención distinta a decirte hola, tu secreto está seguro conmigo, hola, me gustaría hablarte, y hola, ¿por qué no?, te amo como a nadie nunca, tus quejidos me devolvieron la ilusión, tu aspecto me recordó la ternura, tu goce las ganas de vivir, tu angustia el miedo a la muerte.

Muy pronto sentí la puerta. Demasiado pronto para haber preparado una estrategia. Los pasos en el pasillo. No sonaron las voces apagadas. No lo pensé más, me lancé hacia la puerta, abrí, salí al pasillo, miré tu espalda que estaba a punto de descender por la escalera. Comprobé que eras aun más bajita que en mis cálculos. Tu abrigo oscuro te ocultaba. La luz no era buena, pero adiviné tu espanto a sentirme. Tu estremecimiento. Echaste una ojeada rápida hacia mí y desapareciste.

Maldije mi impulso. Regresé al cuarto murmurando putazos. En la ventana corrí la cortina, esta vez con descaro. Me asomé sin disimularlo. Miré hacia el taxi que esperaba. (¿Por qué un taxi? ¿Por qué no un auto lujoso como el que debías merecer?). Muy pronto apareciste. Se repitió la escena de la vez pasada. Sólo que entonces, al sentarse, no miraste hacia tu hombre. Me miraste a mí. Intrigada. Preocupada. Tus ojos me encontraron. Una mirada de horas que sólo duró unos segundos.

El hombre se sentó a tu lado y no le dijiste nada. No me señalaste. No le hablaste con alarma. Nada más te dejaste abrazar y me regalaste una última mirada por encima de su hombro, antes de que el taxi se pusiera en movimiento.

Regresé a la oscuridad. Camila dormía. Tan profundo era su sueño, que sólo cerca de su rostro era posible comprobar si todavía respiraba. Comprendí que ya compartíamos, tú y yo, un secreto. El secreto de mi presencia. Con torpeza o con miedo, con rabia o con esperanzas, sabías que te había escuchado. No pensé en otro cosa durante toda la semana.

Ansiaba que llegara el jueves para saber si me esperabas. ¿Qué pensarías de mí? ¿De qué tamaño sería tu intriga? De algo estaba seguro: si regresabas el jueves al motel, sería porque algo ocurría conmigo. Duda, odio, interés de cualquier tipo. Si tu sentimiento fuera de pánico, con seguridad no regresarías. Aquel jueves se volvió crucial.




Con lentitud transcurrieron los días. Como siempre, no dejé de mirar las caras por la calle. De buscar tu figura menuda, pero el azar seguía empecinado en negarme tu encuentro. El jueves llegó y estuve puntual en la cita. Segundo piso, vista a al calle. La misma habitación de la primera vez. El administrador ya me reconocía y pensé que pronto podría ganar su confianza para preguntarle sobre ti. A las dos de la mañana estuve preparado. Liliana dormía. Adoraba rodear la almohada con sus brazos y descolgar la cabeza sobre el colchón. Como un muñeco desgonzado. Tal vez por la incómoda posición de su cuello, la respiración salía pesada y llenaba el cuarto. Sus sueños sonaban como carros de guerra. Transcurrieron los minutos de silencio. Tu voz no sacudió la quietud de las cosas. A las cuatro de la mañana me venció el sueño. La cara sonriente de Liliana al despertar no fue aliciente para recobrar las ganas de vivir sin tu quejido.

Carolina dormía boca arriba, con los brazos y piernas extendidos en cruz. Pensaba que la cama era todo para ella.

María José dormía de medio lado, justo al borde del abismo.

Milena se encogía como un bebé.

Sandra nunca se quedaba quieta.

Y tú ya no regresaste.

Al sexto jueves dejé a Laura sola en el cuarto y me bajé a hablar con el administrador. Lo encontré dormido sobre su escritorio, envuelto en una ruana gruesa, con el radio en volumen bajo. Le toqué el hombro y despertó sobresaltado, pero al verme sonrió. Sus dientes demostraban 50 años de desgaste. Su actitud era cómplice cuanto trató de decirme algo sobre mis semanales visitas al motel, pero no lo dejé entrar en mis cosas. Le dije, hermano, con billete a la vista, dígame una cosa. Y le conté de la mujer que me intrigaba. Se sorprendió al principio: no esperaba tal investigación de un tipo según él tan exitoso. Pero pronto olvidó su sorpresa. Los hombres como él están cansados de ver situaciones clandestinas. Te recordó al instante. Ah, sí, la del abrigo. Venías todos los jueves desde hacía más de un año, me dijo. Con el mismo hombre, no me diga, con el mismo hombre. Pero en los moteles no se hacen preguntas. No sabía nada más. La mujer no había regresado.

En todo ese tiempo no dejé de buscarte por la calle. Aguzaba la vista desde mi ventana mientras atendía los asuntos diarios. Salía con frecuencia a visitar clientes y aprovechaba para espiar las oficinas. Se me iban los ojos hacia los parques, donde las mamás paseaban a sus hijos. Entraba de último a los cines antes de que apagaran la luz, para observar la muchedumbre mientras buscaba mi puesto. Recorría los centros comerciales simulando devorar vitrinas. No tenía una idea muy cercana de tu rostro, pero sabía que lo reconocería de inmediato. Como a tu cuerpo. Como a tus pasos breves y seguros.

Catalina dormía boca abajo, con la cabeza un poco ladeada para respirar.

Sonia parecía un cadáver, rígida, sin doblar codos ni rodillas.

Leila esparcía su negra cabellera por la almohada.

Mi amigo el administrador se cansó de darme partes sin novedad. Conmovido, optó por anotar mi número telefónico para avisarme si llegabas. Pero nunca me llamó.

Las esperanzas empezaban a perderse hasta un lunes al mediodía cuando el azar, conmovido al fin, me regaló tu presencia.

Fue en un restaurante del centro, de esos de gente de negocios. Yo había invitado a Viviana a almorzar, intrigado por averiguar su forma de dormir. Era un típico lugar para almuerzos de trabajo, con el gentío y el barullo de esa hora de descanso. Pedí mi plato —una carne, creo— y conversé con Viviana sobre temas vacíos. Por costumbre, entre una frase y otra, lancé miradas en todas direcciones. Y de pronto, para mi infinita sorpresa, di contigo. Estabas en una mesa grande, sentada con cinco o seis personas más de ambos sexos. Al sentirte descubierta bajaste la mirada y te pusiste roja. Por fortuna el centro de atención era un hombre al extremo de tu mesa y nadie se dio cuenta. Viviana carraspeó para llamar mi atención y tuve que dejar de mirarte, pero ya nada en el mundo tenía más importancia que el rincón donde te sentabas.

Respondí con síes y nóes los comentarios de Viviana, pero ella sabía que no estaba en esa mesa. Planeé mis movimientos para lanzar de vez en cuando miradas hacia tus ojos, entre palabra y palabra, entre pedidos absurdos al mesero, entre comentarios sobre el tráfico. Poco a poco fui construyendo la situación. La razón de tus nervios, que no era yo. O mejor, que mi entrada al restaurante había puesto en evidencia.

Lo descubrí a la tercera mirada, cuando seguí tus ojos y me fijé en el hombre al extremo de la mesa, el que acaparaba la atención. Era el mismo de tus jueves en la noche. El mismo caballero que te abría la puerta del taxi. El mismo que no hacía ruido en tu cuarto. No muy alto, con expresión severa. Un hombre con dedos largos. No se sentaba a tu lado y al mirarte no demostraba ninguna atención especial.

Planeé mejor la siguiente mirada, pues algo, un detalle no tan insignificante, había llamado mi atención. Algo, aparte de descubrir a tu hombre. Algo que no encajaba. Esperé a que Viviana hablara pero ella, ante mi indiferencia, había optado por comer en silencio. Ya no me importó ponerme al descubierto. Sin excusa, volteé a mirar. En ese momento lo entendí todo. Bueno, al menos una parte de la verdad. Tu mano, sobre la mesa, estaba aprisionada por otra mano de hombre, la de tu vecino de puesto, un hombrecito de aspecto cordial. Tu novio, tu esposo. La persona autorizada para tomarte de la mano en público.

Te diste cuenta de mi descubrimiento, lo sé. No participabas de la charla. No reías con tu grupo. No mirabas a ninguno de los dos hombres. Pálida, nerviosa, te morías por saber mi reacción.

Viviana había terminado de comer y me observaba. Mi plato apenas comenzado. Le dije que no tenía hambre y pedí disculpas para ir un momento al baño. Entré al cuartico a dar vueltas sobre mí mismo. ¿Qué hacer? No quería que te fueras pensando mal de mí. No quería que me odiaras. ¿Cómo acercarme a tu mesa? ¡Escribirte una nota! Saqué una tarjeta blanca de mi billetera y escribí una frase. Una nada más, de nueve palabras. No olvido esa nota, nacida de mi pulso agitado, desde el fondo de mi alma: "Los jueves no son lo mismo sin ti". Pensé agregarle aclaraciones, disculpas, promesas, pero desistí. Quedaba mejor sola. "Los jueves no son lo mismo sin ti", la repetí en voz baja. Ahora la gran pregunta era: ¿cómo ponerla en tus manos sin que nadie se diera cuenta?

Y entonces, al abrir la puerta del baño, me encontré de frente con tus ojos. Nunca te había visto tan cerca. Las gafas grandes ocultaban unas pupilas verdes, pequeñas, y unas huellas como de raíces en la piel a lado y lado de los ojos. Una boca pequeña y todavía tentadora. Una barbilla que temblaba. Una expresión de angustia infinita.

—¿Qué quiere? —susurraste con rabia. Tu susurro sonó como un grito en mis oídos. —Nada —tu angustia se pasó al asombro. Todo ocurría en segundos, protegidos por un muro junto al baño. Los pocos comensales que podían vernos no podían sospechar nada de nuestra actitud tranquila. No alcanzaban a leernos los ojos. Nada, había dicho. Nada. Cualquier petición hubiera sonado a chantaje. Cualquier sonrisa a amenaza.

Una persona rompió el embrujo del momento al pedir permiso para pasar al baño. Saqué del bolsillo la tarjeta y te la di. Te dije "tranquila", y regresé a mi mesa.

Viviana me miraba. Se había dado cuenta de todo, pero no quiso entrometerse. Regresaste a tu asiento más tarde, con expresión ya tranquila. Me miraste casi con una sonrisa. Tus ojos brillaban con un aire cómplice.

Pagamos la cuenta. Pasé junto a ti en mi camino a la salida. Me estudiaste, sin borrar tu sonrisa. El azar no me ha vuelto a regalar otro encuentro cercano con tus ojos.

El jueves siguiente regresé al motel. Ocupé la habitación de la primera vez y le dije a mi amigo el administrador que te reservara la siguiente. No hemos dejado de ir entonces. Ahora vivo con otros miedos. El primero, que no vuelvas. Me aterra en otras semanas como las que pasé sin tu quejido. Serían el final, la angustia eterna. Pero hay un pánico peor: me aterra pensar que un día decidas llegar sola al motel y me dejes abierta la puerta. Conocerte de cerca, ver tus ojos, ser causante de tu quejido, son opciones que me niego a disfrutar. Porque yo sé que por más que me guste, por más que adore tu quejido, el día que conozca tu forma de dormir se acabará el misterio.

Pero esos miedos en el fondo, no hacen otra cosa que darle más emoción a mis jueves por la noche. A mis madrugadas en la ventana. A mi sueño en la oscuridad. Por eso sigo cumpliendo con nuestra cita. Por eso no fallo nunca.


Tu quejido me despierta siempre a las tres de la mañana. No sé, ni me interesa saber, cómo te las arreglas para salir cada jueves, por qué prefieres un taxi para mayor clandestinidad, cómo explicas esas horas. No sé, ni me interesa saber, tu vida, tus miedos, tu traición. Lo único que sé es que cada madrugada, desde el taxi, me miras con una sonrisa y a veces hasta me dices adiós con la mano. Y también sé que tu quejido, desde que sabes mi existencia, es más intenso, más lleno de matices, más cargado de mensajes para mis oídos.

Y a veces, muy de vez en cuando, vuelvo a soñar con el valle que era una trampa. Pero no me desespero. Tengo confianza en tu quejido que surge de la noche en mi rescate



Oscar Godoy Barbosa

martes, 28 de mayo de 2013

Un polvo con mi colega




"Rebeca empezó a gritar que le partiera el culo, que le metiera mi polla, no me hice rogar, abriendo sus nalgas con mis manos coloqué la punta de mi polla en la entrada de su ano y ayudándome de mis dedos pulgares, la ubiqué para no moverme, poco a poco fui entrando dentro de ella, lento pero sin detenerme llegué hasta que mi testículos tocaron sus nalgas."


Hola, nuevamente Armando, reciban un saludo desde la Ciudad de México, ahora les contaré algo más reciente, aunque tengo pareja y estoy casado por las tres leyes no he dejado de andar de calenturiento fuera de mi cama matrimonial y no es porque mi esposa no me de batalla, pero a veces las circunstancias se presentan para no dejar pasar cualquier oportunidad, digo cuando las ganas de comer se juntan con la hora de la comida ni modo de no darse un atracón.

Esto sucedió en mi trabajo, les hablaré de Rebeca, una mujer casada joven, más que yo, y que por cuestiones de trabajo nos mandaron a hacer una revisión de procedimientos a una sucursal en el norte del país, a Tijuana para ser exactos, la fecha, del 5 al 9 de Febrero de 2007, ella y yo somos contadores, dando un pequeño preámbulo les diré que Rebeca no es ni por mucho la mujer de mis sueños, es de estatura media a baja, tal vez medirá 1.58 o 1.60 de estatura, pesará unos 60 kilos de tez blanca, cabello castaño claro, pero no tiene mucho de atractivo físico, sus nalgas son magras y de tetas será 34 a 36 “A”, pero eso si, es una calentorra de primera, a más de uno en la oficina, como decimos en México “le ha aventado el calzón” y hasta donde se, ninguno le ha dado jalón.

Entre ella y yo no había nada más que relación de trabajo, nunca me pasó por la mente la idea de tirármela, pero como digo, las circunstancias te llevan a no desaprovechar oportunidades. Las primeras dos noches pasaron sin más, después de terminar actividades, íbamos para el hotel donde nos alojábamos, cenábamos y cada quien a su habitación, yo bajaba un rato más tarde al bar del hotel para echarme algunos tragos y ver si ligaba algo, pero no, no hubo suerte, el miércoles 7 cambiaría la historia entre Rebeca y yo, mientras trabajábamos, nos pusimos a charlar de cosas triviales, al principio mezclados con el trabajo, pero poco a poco fue subiendo de tono la conversación, los temas sexuales y las fantasías empezaron a circular en el ambiente, una de esas fantasías de Rebeca, era serle infiel a su marido, y me interrogó si no era una fantasía mía, a lo cual le contesté que no era una fantasía, que era una realidad en mi, ella se quedó con los ojos como platos, me inquirió nuevamente haciéndome la pregunta directa…

-¿De verdad le has sido infiel a tu esposa?

A lo que contesté en forma afirmativa con un movimiento de cabeza. Seguimos en la plática, salimos a comer a eso de las 3 de la tarde y regresamos a la oficina a las 4, poca plática se dio desde el momento que llegamos hasta que salimos de las oficinas de la sucursal, a eso de las 7:30 de la noche, fuimos a donde el hotel y todo parecía indicar que seguiríamos con el ritual de los dos días anteriores, pero esta vez, le dije que cenáramos y fuéramos después a tomar una copa, cosa que aceptó de inmediato.

Entre copa y copa se retomó la plática de la tarde y esta vez ya con los ánimos desinhibidos por el alcohol (no se porque las mujeres se ven más guapas cuando ya llevan unas copas encima, ¿les pasa lo mismo amigas?), francamente con la simple charla se me antojaba darme un buen revolcón con Rebeca y se lo planteé derecho:

-Rebe, quiero coger contigo, ¿pasarías esta noche en mi habitación?

Ella le dudó un poquito, pero creo que las ganas de cumplir su fantasía, aunado a los alcoholes y la conversación tan candente que traíamos, terminó diciendo que si, sellando la aceptación con un beso muy sabroso.

Terminamos las copas que teníamos en la mesa y subimos a mi habitación, apenas entramos nos deshicimos en besos y caricias por todos nuestros cuerpos, arrancando prácticamente nuestra ropas, cuando estuvimos solo en ropa interior, la recosté en la cama, ella se dejó hacer, fui recorriendo con mis labios y mis manos desde la punta de sus pies poco a poco hasta llegar a su zona pélvica, la volteé boca abajo y reinicié mi camino desde sus talones hasta sus nalguitas, lamiendo, mordiendo cada palmo de su piel, con toda calma, acompañando a mi boca con mis manos, ese día traía una tanga negra de tela satinada que se podía apreciar en el medio de sus nalgas, no tenía la suficiente carne como para cubrirla.

Me dediqué a morder, besar, acariciar cada centímetro de sus nalgas, aparté la tela de en medio y con mi lengua fui hurgando hasta llegar a su ano, con mis manos separé sus piernas y pude tener también a mano su vulva, que se presentaba sin un vello, estaba totalmente depilada, mi lengua recorría sus labios superiores, invadiendo la entrada de su vagina por momentos y centrándome en su ano, mis manos recorrían sus nalgas, su espalda y se hundían entre la cama y ella para aprisionar sus tetitas, apretándolas, cada vez que hundía mi lengua en su vagina o su ano, Rebeca no tardó mucho en llegar a un orgasmo que llegó suave, ahogado por las almohadas y la colcha de la cama.Me acomodé al lado de ella y seguí acariciando a todo lo largo que abarcaba mi mano izquierda, mientras mis labios besaban, su nuca, su cuello, el inicio del mentón y su oreja izquierda, Rebe seguía disfrutado de las sensaciones que su orgasmo le estaba prodigando.

Pasaron tal vez cinco minutos antes de que Rebeca se volteara hacia mi, me tomó por el cuello y me besó, sus manos comenzaron a recorrer mi piel por todos lados mientras nuestros labios y lenguas no dejaban tiempo para decir nada, ella comenzó a recorrer con su labios mi cuello y pecho tomando el mando de las acciones, me recosté sobre mi espalda dejándole hacer, sabia muy bien lo que hacia, (soy muy sensible en mi zona abdominal y vientre bajo, me desarman cuando me besan o muerden esas zonas), ella notó lo que provocaba y no dejó de hacerlo por un buen rato, mientras con una de sus manos me hacía una pajilla muy suavecita, se colocó sobre mi haciendo un 69 y comenzó a mamar como si en ello se le fuera la vida.

Yo me daba gusto con su vulva y clítoris, que de vez en vez destilaba gotitas de flujo que caían en mi cara y cuello, yo estaba por correrme, le avisé y lo sacó de su boca pero siguió pajeándome con fuerza y uno tras otro cuatro chisguetes de semen fueron a parar en su cara mientras ella hundía su pelvis en mi cara, chupó lo último que salía de mi pene y después lo mamó completo dos veces más.

Se paró de sobre de mi y limpió el semen de su cara con los dedos para después limpiarse en la colcha de la cama, me dijo que aunque no le desagradaba el sabor del semen le provocaba asco su consistencia, nos pusimos a charlar un rato mientras nos seguíamos besando y acariciando, pronto estaba listo para la siguiente batalla.

Rebeca me dio una pequeña mamada, solo para ponerlo a punto más rápido, me pidió que la penetrara estando ella boca abajo, le dije que se pusiera una almohada bajo el vientre para que levantara un poco el trasero, así lo hizo, tras pajearme unas dos o tres veces y ponerme un poco de saliva y darle unos lametones en la entrada de su vagina, coloqué mi pene en la entrada de su conchita y se la dejé ir poco a poco, ella levantó aun más su trasero para que pudiera ir aún más profundo, comencé a bombearla lento pero pronto lo estaba haciendo a toda velocidad.

Rebeca, gemía y hundía su cabeza en la cama, me acomodé con mis piernas a sus costados haciéndola que cerrara sus piernas y volví a penetrarla, esta vez tenía las manos libres para acariciarla y abrirle las pocas nalgas que tiene para ver su ano y acariciarlo con los dedos pulgares, esto se vio que le provocó sensaciones fuertes pues se aferró de la colcha con fuerza y empezó a gemir más fuerte, seguía penetrándola con fuerza, dejándole la pija dentro apretándome contra ella, la sacaba por completo y de nuevo se la dejaba ir a fondo, sentí que se venía, los movimientos de los músculos de su vientre me lo anunciaron apretando y aflojando, abrazando mi pene suavemente, en uno de esos momentos que se aflojaban sus músculos metí uno de mis dedos pulgares en su ano, no dejé de meter y sacar mi pene, aunque Rebeca estaba que se volvía loca en el medio de su orgasmo, mi dedo pulgar no dejaba su lugar en su ano.

Le saqué el pene y comencé a lamerle el ano y darle dedo, Rebeca no puso ninguna objeción a lo que estaba haciendo, por el contrario paro aún más su trasero para dejarme hacer pronto tenía mis dos dedos pulgares dentro abriendo su ano y entre ellos intentaba meter mi lengua, saqué mis dedos y mi lengua ocupaba su lugar, Rebeca empezó a gritar que le partiera el culo, que le metiera mi polla, no me hice rogar, abriendo sus nalgas con mis manos coloqué la punta de mi polla en la entrada de su ano y ayudándome de mis dedos pulgares, la ubiqué para no moverme, poco a poco fui entrando dentro de ella, lento pero sin detenerme llegué hasta que mi testículos tocaron sus nalgas.

Rebe, estaba chillando, diciendo cuanto improperio se le ocurría, pero más que querer sacarse mi pene de ella se apretaba aún más contra mi, me quedé sin moverme viendo el espectáculo de ese culo totalmente empalado, comencé a moverme jalando a Rebeca por su cadera, Rebeca gritaba más que gemir, seguro nuestros vecinos de habitación no podían dormir, antes no nos fueron a decir nada los de la administración, la sujeté por los hombros y dejaba irme con todo mi peso dentro de su culo para casi sacarla por completo y volver adentro sin ninguna contemplación, por momentos me movía dentro de ella lo más rápido que podía, era totalmente morbosa la visión de ver un poco de piel que salía fuera de su ano abrazando mi pene, y me invitaba a meterla y sacarla aún más rápido, no pude resistir más y me vacié en su intestino dejando me caer sobre ella, me quedé así por varios minutos, estaba cansadísimo.

Cuando hube calmado la respiración y el acalambramiento que sentía en la cintura, le saqué mi ya morcillota polla y me recosté a su lado, Rebeca tenía los ojos cerrados y algunas lágrimas lucían escurridas por la nariz y mejillas, la besé y me quedé dormido unos minutos, no había prisa por ir a ningún lado, esa noche al menos era para nosotros.

Cuando desperté, Rebe estaba acostada a mi lado recargando su cabeza contra mi pecho y hombro, esa noche lo hicimos dos veces más por todos lados, su vagina también tuvo su ración de mi leche, no estaba en periodo fértil y no había bronca.

El jueves también dormimos juntos y tuvimos una muy buena sesión de sexo.

Nuestra relación laboral no cambió en mucho, tal vez existe un poco más de cercanía y confianza, pero nada más, se puede decir que todo quedó en las paredes de ese hotel de Tijuana, pues no ha habido de parte de ella ni mío el hecho de que sugiera una nueva oportunidad de estar juntos y creo que mejor así, simplemente fue el momento y lo vivimos muy intensamente, simplemente se presentó la circunstancia ideal y ambos la aprovechamos.

Autor: Armando

lunes, 20 de mayo de 2013

Julie… El final (le rompi el culo a Tamara)

La niebla sobre la carretera entre Morelia y Guadalajara era intermitente pero espesa, nunca supe exactamente lo que paso, pero lo imagino como una repetición del accidente que le rompió una pierna hacia algunos años.
Julie me había contado aquella ocasión, que había salido con dos amigos y tres amigas del trabajo rumbo a unas cabañas en el pintoresco pueblo de Mazamitla, en Jalisco; ellos habían ingerido alcohol de más durante la comida por lo que ella decidió manejar por ser la más sobria, siempre fue moderada en todo.
La vía asfaltada tenia ligeras elevaciones, amplios carriles y serpenteantes curvas a atravesando bellos bosques de coníferas de la sierra madre occidental, Julie manejaba muy bien, prefería ir rápido que despacio, era de reflejos agiles, y sabía leer las señales de otros conductores anticipándose a sus movimientos.
No recuerdo que automóvil manejaba aquella ocasión, solo sabía que era un deportivo compacto, iban a muy buena velocidad, sin duda superando los 130 kilómetros por hora, pero un Ford Mustang GT los rebaso en ese instante, alguien dijo una especie de burla por ir “como tortuga” a lo que ella contesto:
-Es que este coche viene muy pesado… ¡pónganse a dieta!
Todos estallaron en risas…
Las carcajadas se apagaron de repente al salir de la siguiente curva, en un instante hubo una confusión causada por la escena que se encontraba a menos de cien metros de ellos, un chirrido característico de llantas frenando, las luces de “Stop” del Mustang, el aroma de neumático quemado en el asfalto, una nube negra de caucho mezclada con niebla blanca, apenas visible entre la bruma una larga hilera de focos atravesándose de lado a lado de la carretera, el rugido de un motor que no podía salir de la cuneta, y troncos de madera tirados en la vía.
-¡Frena!- Grito alguien con desesperación
No era necesaria la indicación, Julie ya estaba aplicando los frenos con fuerza, acostumbrada al sistema ABS de su propio vehículo no advirtió que este auto tenia frenos de disco y compensación electrónica de frenado, con desesperación bombeo dos o tres veces el freno para detenerse, mala idea, el hacerlo confundió los sensores electrónicos de frenado evitando que estos actuaran como deberían hacerlo, el auto siguió la inercia hasta casi detenerse junto al otro carro, justo antes de golpearlo su mano busco el freno de mano pero no tuvo tiempo de accionarlo, un fuerte trancazo se sintió en la parte trasera del auto, otro vehículo se impacto con ellos cuando su conductor se vio sorprendido por la escena y no logro actuar con la misma rapidez que Julie y el conductor del Mustang, el golpe los proyecto con más fuerza sobre la plataforma del tráiler atravesado a lo ancho de la carretera bloqueando los dos carriles.
Segundos antes, un tráiler cargado con madera intento girar para salir de la carreta hacia un camino rural, las llantas del transporte de carga cayeron en una cuneta y la carga levanto la parte trasera del tractor, impidiendo la tracción con la superficie de las llantas que giraban sin poder alcanzar el piso, la plataforma ocupaba todos los carriles atravesada de lado a lado apenas indicando su posición con una hilera de luces a lo largo, en menos de lo que dices “sorpresa” sucedió todo.
Lo último que recordaba Julie sobre ese accidente fue un dolor intenso en la pierna al romperse su peroné y un golpe seco que le sumió en una bendita inconsciencia de la que se recupero horas más tarde en una ambulancia de los servicios médicos de la Cruz Roja, del accidente pocos nos enteramos.
Dos meses después de serle retirado el yeso de la fractura en su pierna Julie acepto mi propuesta de vivir en Puebla, le era imposible seguir viviendo en Guadalajara; me confesó que tuvo secuelas por el accidente, dejo de manejar y el simple hecho de ser pasajera en un vehículo le ponía ansiosa y en extremo nerviosa. Por las noches tenia pesadillas relacionadas con el accidente.
Una vez en la ciudad de Puebla ella fue tratada por una psicóloga amiga mía, su estancia aquí nos permitió que la relación entre ambos se consolidara y sus avances se notaban, su confianza regreso al estar a cerca de mí, volvió a manejar pero aun así… las pesadillas seguían, finalmente estas terminaron cuando sobre la misma cicatriz de su fractura la lleve a que se hiciera un tatuaje tipo tribal que a primera vista era una serie de garabatos estilizados, pero que poniendo atención decía “Propety EA”.
Cuando Tamara me informo que Julie había fallecido en un accidente de tránsito cerca de la misma carretera, mi mente se trasporto a aquel accidente, como si de un “dejavu” se tratara, al enterarme mi desazón fue grande, incluso ahora que lo escribo, que ha pasado mucho tiempo no puedo evitar que mis ojos se llenen de lagrimas por la pérdida sufrida, ni siquiera pude estar en el sepelio, yo estaba en Ensenada mientras ella iba de visita a Morelia, cuando Tamara me llamo, estaba en la sierra de San Pedro Mártir pues había sido invitado por mi amigo Bernardo a una investigación con el CICESE. La llamada nunca me llegó, no había cobertura donde me encontraba.
Al termino de los cursos del otoño de aquel año, Tamara fue a mi departamento a recoger todos los artículos olvidados por su hermana, las clases para ella habían concluido y al cabo de un tiempo había terminado con su novio, sin Julie no tenía sentido para Tamy seguir en esta ciudad, pidió su traslado académico a la Universidad de Guadalajara.
Cuando la mire note el cambio en su imagen, se había maquillado con cuidado, quizá más de lo necesario para una visita casual, sus ojos tenían una sombra nacarada ligeramente rosada que le daba un aire inocente pero sensual, y sus labios cubiertos con lápiz labial igualmente rosa pero de más intensa tonalidad, destacaban por el brillo que los cubría, su cabello ahora era más largo y lo había alaciado, tiño su original castaño que ahora era rubio, más bien castaño claro, se veía muy linda particularmente porque al vestir de negro por el luto su piel se notaba más clara pero en su rostro aun había pesar, la invite a pasar, nos dimos un beso en los labios que casi fue un roce inocente, lo primero que hizo ella fue que me entrego las llaves de mi depa que en vida fueran de su hermana.
Busque todas las cosas de Julie para dárselas, excepto los artículos con que jugábamos (como su collar, las correas de piel, unos videos, las esposas de cinta nylon, las cuerdas de seda, palas y bambús) de los que me deshice en un campamento quemándolos en una fogata al pie del volcán Iztacihuatl, era un buen final, porque sabía que Julie había pedido ser cremada también, sus artículos restantes de uso diario, sus fotografías, el cargador de su celular, algo de ropa y sus libros… Incluyendo el de “El viajero” que yo le había regalado a Julie,todo eso lo coloque en una caja de cartón que ayude a Tamara a guardar en la cajuela del auto que había sido de Julie aquí en Puebla.
Habían pasado algunos meses, y al dolor de la perdida vino la fuerza para vivir nuevamente, tener que enfrentarse al mundo diario, al que no se detiene por la pérdida de una persona, sin importar lo grandiosa que esta hubiera sido en tu vida, o en la vida de muchos… Regresamos al departamento solo para hacer un brindis en su memoria, Tamara me sonrió, me dio un abrazo en el que me daba sus condolencias por la pareja perdida y yo le daba mi pésame por la hermana que jamás vería nuevamente.
Al primer vaso de whisky siguieron otros, la botella de Jack Daniel´s quedo con menos de la mitad de su contenido, sabíamos que era la despedida, ninguno deseaba soltar ese cálido abrazo en que nos encontrábamos en ese instante… no decíamos palabra alguna, sentados en el sofá del departamento mirando a la ventana, atardecía, ninguno había querido levantarse a encender las luces a pesar de la penumbra, Richard Clayderman sonaba en ese instante… había puesto un disco MP3 con canciones instrumentales.
Una lámpara de la sala con forma de árbol otoñal hecho en base a un árbol de eucalipto cubierto de más de 200 pequeños focos de cerillo se encendieron automáticamente al notar la ausencia de luz solar, estaba programado para que así fuera, y por primera vez, como si fuera ella, como si Julie reencarnase por un instante en su hermana, esta se dirigió a mí en los términos que solo una esclava podría haberlo hecho, hablándome de “usted” como correspondía.
Mi querido Eduardo… -Empezó a decir poniendo un dedo en mi boca para evitar que la interrumpiese y la dejara terminar con su discurso- …es evidente que mi estado no es lógico pero tampoco emotivo, en este momento es más bien espiritual. No he puesto en usted mis esperanzas, pero solo el significado suyo para mí se hace mas y mas claro. Puedo o no puedo estar enamorada de usted, y sin embargo no sería de la forma en que usted lo podría imaginar, pero puedo simplemente quererlo, apreciarlo, estimarlo. Lo importante es que usted como fuego, me depura, que su presencia en mi vida es una piedra de toque, el aguafuerte del grabador…. ¿y si estuviera enamorada de usted? ¿Y si no lo estuviera?
Al decir estas palabras pude notar un ligero temblor en sus labios, ella no quitaba su dedo de mis labios, empezó a acariciarme, yo me deleitaba observándola, Julie y ella tenían tanta semejanza físicamente. Su discurso continúo:
Y sí aun así pudiera amarle, pero nos fuese prohibido por todas las reglas concebidas dentro de las leyes humanas y divinas… tendría que pedirle que no cese de buscar su felicidad aunque esta se halle lejos de mi persona. Es usted para mi más que lo que todos podrían imaginarse, mi querido cómplice, le podría llamar amigo, podría decirle también amante fraterno que debería ser lo más correcto, compañero de mi hermana en sentido estricto, pues decirle otra cosa nos compromete y estremece por no plasmar bien a bien lo que despierta y hace permanente en mi…
Me tendió usted la mano en el momento en que todo zozobraba en mí y lo sigue haciendo, formuló un deseo de armonía en mí y alrededor mío todo se volvió fuerte, ordenado, sereno y luminoso a pesar de nunca haber sido mi amo.
Consideró que la relación nuestra esta mas allá de lo mezquino en la persona, y es probable que no podamos volvernos a ver después del día de hoy, y aun así, usted tiene en mi una sirviente leal, y a pesar del tiempo, la distancia o las circunstancias el lazo que nos une no se debería romper, pues como ya dije, nuestros sentimientos van más allá de lo mezquino de la persona.
Hace tiempo le hice una promesa, le prometí entregarle mi “otra” virginidad, y ante la falta de certeza de saber si su cálida compañía se repetirá en mi vida, le pido humildemente tome lo que por derecho le corresponde… por favor… tome mi culo… que ahora es suyo.
¿Qué puede decir uno cuando alguien le pide de esta manera que le rompas el culo? Era una petición expresa de una sumisa, de una esclava sexual… La ternura con que me miro y la forma en que me acariciaba el rostro no me dejaban dudas de que lo quería hacer, después de todo, yo fui quien le desvirgo con la anuencia de su hermana, yo había sido su primer hombre, y era la manera más honesta de despedirnos, haciendo el amor, porque invariablemente amor existía entre nosotros.
No sabía que decirle exactamente, salvo por el cabello castaño más claro que el de su hermana (antes de teñírselo y alaciarlo), ella era como Julie, el mismo tipo de culo, paradito y respingón.
Esa tarde Tamara llevaba un pantalón muy similar al que había traído la primera vez que nos vimos, era negro entallado, una amplia blusa negra igualmente cubría toda su parte superior y hasta abajo, escondiendo un poco sus nalgas, haciéndolas menos obscenas de lo que eran realmente, pero que indudablemente notarias.
Ambos teníamos luto, por ello nuestros atuendos eran negros, yo vestía mi traje de dos piezas estilo japonés, mi camisa por casualidad era aquella que Julie me había regalado el día de mi cumpleaños, rojo sangre, como el vino oporto, de cuello mao, acerque su cabeza a mi boca y le di un beso, era un beso de aceptación, pero creo que ella dudo un instante ante mi silencio, porque continúo su razonamiento con las siguientes palabras:
-Desde aquella noche he querido darle las gracias porque existe. Es posible que su usted mismo no pueda imaginar lo mucho que me ha ayudado conocerle tan de cerca y saber que nos une un lazo más estrecho que la simple amistad, que la mera complicidad, y que quizá un día tenga yo el valor para podérselo confesar, gracias porque su sola existencia puede prestarme una fuerza que en mi se convierte en fortaleza.
-Al contrario Tamara, te doy gracias a ti por ser lo que en mi vida eres.
No se dijo mucho mas… levanto su cara, cerró los ojos y me ofreció su boca, esa boca fresca y sensual… la seducción empieza con un beso; un beso nada mas…mis labios se pegaron a los de ella tímidamente, como quien bebe vino de consagrar, sus labios se abrieron para dejarme ir más allá, para explorarla por todas partes con mi curiosa lengua, mis labios succionaron los suyos suavemente, chupándole y deleitándome con el labio inferior… tal y como lo hacía con su hermana… tenia sentimientos encontrados.
Seguramente intuyendo eso Tamara no dejo de besarme, para evitar que yo pudiera decir nada, con sus labios me impidió quejarme, no quería que hubiera la posibilidad le dijera que no, me beso durante varios minutos… y entre los besos fue quitándome todos los reparos que pudiera yo tener, Tamara tiene esa forma de besar que solo una niña de 16 o 17 años te puede dar, creo que a los 16 años de edad dio su primer beso y parece que nunca dejo de hacerlo de la misma forma, me besa con esa intensidad y ternura que te da la adolescencia, a pesar de los años ella no había perdido esa manera de besar tan característica.
Sus labios delgados acariciaban los míos con la delicadeza con que la espuma del mar se desliza por entre rocas y arrecifes, pero con la misma intensidad con que una ola golpea la roca, sus dedos no se quedaron quietos mucho tiempo… empezaron a buscar los siete botones de mi camisa, desabrochándolos uno a uno.
Por mi parte mis manos también reaccionaron y se deslizaron ahora sobre su talle tomándola por esa breve cintura, la jale un poco hacia mí, para poder besarla mejor, bebiendo su fresco aliento, su boca que me ofreció su lengua, y llegó a mi esa conocida sensación de que ella ya era mía, una mano mía estaba sobre su cintura aun y la otra le acariciaba el cabello por debajo de la nuca, ella hizo un delicioso gemido mientras tanto.
Fue una larga sesión de besos, ella logro quitarme la camisa, quede desnudo del torso porque me había quitado el saco hacía ya rato. Por mi parte con cierta destreza había podido desabrochar su sostén que por ser de broche al frente dejo sus senos libres adivinándose por la ligera tela de la blusa, la sala seguía apenas iluminada, estábamos en penumbras.
Entre beso y beso mis labios se desviaban a su cuello, a sus oídos, y mis manos empezaron a acariciar sus pechos por encima de la tela, ella misma subió la tela de su blusa sin importarle que se arrugara, Tamara me estaba mostrando sus delicados pezones con una pequeña aureola de rosado color pálido que casi se perdía en la también pálida piel de esta mujercita, ante la visión de esos senos pequeños pero lindos me deje llevar y mis labios comenzaron a besar, a chupar, a lamer, a succionar… mis acciones eran acompañadas de esos gemidos suaves y agudos de Tamy.
En un momento dado ella se estiro para quitarse completamente la blusa quedando sus brazos estirados hacia el techo, pero se atoró con el brasier por lo que me levante y le ayude a quedar desnuda del torso como yo, ella se levanto y se dio la vuelta dándome la espalda, se echo hacia atrás recargándome su culo contra mi entrepierna provocándome una erección más visible, desde esta posición sentir su espalda en mi pecho desnudo es una sensación cálida y agradable, su cabello me hacia cosquillas, pero no dejaba de ser muy agradable la sensación de su cuerpo joven, suave y cálido a mi disposición.
Desde atrás le tome sus pechos con mis grandes manos que los cubrían perfectamente, y mis labios le besaban el cuello al tiempo que ella estirando sus manos me tomaba de la cintura para acercarme más a su cuerpo, así estuvimos unos minutos en los que ella levantaba sus manos y me acariciaba entrelazando sus dedos en mis cabellos, yo me deleitaba besando su largo cuello que me encanta, jugando con mi lengua en su oído, mordiendo de vez en vez su lóbulo, aspirando su perfume floral de jazmines, su aroma de mujer, sintiendo su excitación y jugando con sus pezones entre mis dedos…
Tamara estiro las manos hacia atrás y me quito el cinturón, pero me dejo el pantalón puesto, pude haberla tomado en la sala pero tenía presente que la intención era desvirgarle el culo, así que la tome entre mis manos como mi más preciada posesión y la transporte así con facilidad los seis o siete metros que nos separaban de la recamara donde la coloque en la cama, sentí su cuerpo suave y frágil sorprendiéndome de lo ligera que resultara, no pesaba mucho en realidad y pude transportarla hasta mi recamara sin problema alguno mientras ella en el trayecto me daba besos en mi rostro, una vez en la cama entre besos y caricias fui quitándole lo que le quedaba de ropa, difícilmente habría alguien descubierto el hilo rojo de su tanga asomándose ligeramente por el borde de la cintura del pantalón, un pequeño toque interno de color ante la seriedad del resto de su atuendo que por otro lado fue igualmente fácil de quitar, la deje solamente con esa bellísima prenda roja, la puse hincada sobre la cama levantando su culo al aire, la cara de Tamara estaba recostada sobre el colchón mirándome con expectativa…
Baje lentamente la minúscula prenda fue entonces que me di cuenta de que lo que en primera instancia creí que era un hilo rojo delgado, resultaron ser dos mucho más delgados tan estrechamente unidos que parecían uno solo, lo acomode y me gusto mucho como se veía, pero no los deje ahí por mucho tiempo, lo baje lentamente para dejar al descubierto el culito y la raja de Tamy, me quede observando sus dos agujeros embelesado por un instante, sin poder evitarlo me fui directamente a su culo besándolo, lamiéndolo y llenándolo de mi saliva como preparación previa al jugueteo de un dedo que le metí muy suavemente pero que de inmediato sintió la estrechez del lugar que intentaba penetrar, ella respingo cuando intente meterlo más allá de lo que mide mi uña, decidí que era momento de intentar un lubricante más adecuado, me levante estirándome al buro y abriendo un cajón saque un frasco con aceite para bebes, no tarde mucho en esto pero cuando di la vuelta Tamara estaba ya boca arriba con las rodillas recogidas, las platas de sus pies firmemente plantados en la cama, abrió sus piernas para dejarme ver su rajita completamente depilada, había tomado esa costumbre desde nuestro primer encuentro y me halagaba mucho con ese detalle.
Reinicie mis besos por todas partes de su cuerpo mientras me quitaba el resto de mi ropa para quedar en igualdad de condiciones, quedamos ambos desnudos en instantes, pero eso era solo el principio, tenerla desnuda ante mis manos me ponía muy caliente, mi excitación era más que evidente…
Nos dimos una larga serie de besos ahora ambos recostados en la cama, nuestras bocas se encontraron buscando encontrar el sabor de su contraparte, después del pene, los hombres tenemos más terminaciones nerviosas en la boca que en ningún otro lado, un larguísimo beso con nuestras lenguas enlazadas término las caricias porque me dedique a recorrer su cuerpo con mis manos, con mi boca, con la lengua, rozando su rodilla con mi vientre…
Nosotros estábamos ahora acomodados a lo largo de la cama sobre la colcha, Tamara se ofrecía a mi vista cuan bella es, posaba para mi mirando con cierta modestia hacia un lado, boca arriba se cubría los pechos con una mano, y con otra ocultaba de mi vista su pubis, me acerque para sentir su calor, me embriagaba su aroma, ahora era un aroma a mujer en plenitud, aspire largamente, casi fue un suspiro largo pero a la inversa, le hice apartar ambas manos para mirar a mi antojo, y acercándome lentamente a su cueva reinicie el cunnilingus en su concha.
Mis laidas y chupadas se prolongaron por varios minutos, acompañados por sus gemidos de placer…
-¡ah!… ¡ah!… ¡Ow!… ¡ah!… ¡ahsss!… ¡ah!… ¡ah!… ¡aaah
Tamara me sorprendió mucho esa ocasión por la cantidad de flujo que soltaba, se chorreaba de placer en enormes oleadas de su cálida cueva, lo cual aproveche para lubricar primero un dedo y luego dos para masturbarla, en un momento dado le di la vuelta dejándola boca abajo con la cola levantada por la ayuda de una almohada, en medio de esa excitación me di tiempo de abrir el frasco de aceite de bebe, dejando caer un chorrito abundante en la raja que formaban los cachetes de sus nalgas, tan extasiada como estaba Tamy apenas se dio cuenta del liquido recorriéndole hasta llegar a su ano.
Con cierta pericia empecé a estimular su ano con mis dedos llenos de aceite, logre introducir un dedo hasta el primer nudillo sin que ella se quejara, la evolución fue lenta, pero entre el placer y la nueva experiencia de su esfínter abriéndose poco a poco a mis dedos intrusos ella se fue abandonando a mis caricias en su culo y me dejaba hacer sin protestar, si acaso una que otra queja ahogada, que profería entre sus gemidos de placer…
-!Ahhhhh!,! ahhhh!, ¡ahhhh! ¡Ay! ahummm! ¡ahhhh! ¡Auch! ¡Ahhhhh!…
Su culito se abrió fácilmente a dos de mis dedos, que ahora entraban con mucha facilidad gracias a la lubricación que le daba el aceite para bebes a los músculos de su esfínter…
Sé muy bien que un culito virgen no se abre tan fácilmente, es igual que cuando te encuentras con esa cierta barrera en una chica virgen, pero después me enteraría que Tamy había estado practicando con sus propios dedos lubricados con mantequilla, lo cual ejerció un increíble control de su parte sobre los músculos del ano, en un momento dado entre la masturbada que le daba en sus dos agujeros ella me grito.
-¡Ya!… ¡Eduardo!… ¡Ya métemela en el culo!!!
Yo sabía que podía tomarla en ese momento, pero no cedí a sus suplicas, quería que lo deseara realmente, quería que sus deseos de ser penetrada por el ano fueran casi de una desesperación mortal, me limite a seguirla masturbando ahora con más rapidez… sus músculos temblaron ligeramente, como anunciando una corrida, pero aun así… no iba a tomar tan fácilmente ese culo anhelado y prohibido al mismo tiempo.
-Por favo… por favor! Lalo… -Suplicaba Tamara entre el éxtasis y la ansiedad.
Luego de algunos minutos más, cuando el placer de la masturbación llego a ese punto en que sabes que no es suficiente pero no quieres que se detenga yo hice eso precisamente… me detuve abruptamente.
-Para tu cola más y abre tus nalgas con tus manos Tamy. –le ordene-
Tamara tenía ahora la mejilla derecha en la colcha estirando las manos para cumplir mi indicación, al estar de rodillas levantaba su culo espectacularmente y ante mi vista apareció su culo rosado abierto por sus lindas manos ofreciéndome que lo tomara…
Me puse en posición a la altura de su cola, sentí el calor de su culo incluso antes de que mi pene le tocara, puse la cabeza en la entrada, me di un momento para disfrutarlo, y luego, con una ligera presión me posicione logrando meter el glande de mi pene, pero hasta ahí llego, el esfínter puso una ligera resistencia a mi embate, me sujete de su breve cintura y simplemente deje caer mi peso sobre ella, mi pene entro profundamente hasta el fondo abriendo por primera vez el ano de Tamara mas allá de los limites que ella pensaba posibles.
-¡AAAAAhhhhhhmmmmmggggg!! – se quejo Tamy al tiempo que mordía la colcha para ahogar un poco el grito combinado de placer y de dolor.
Una vez adentro me quede unos instantes ahí, deje que mi pene se deleitara con la forma en que me apretaba deliciosamente el culo recién abierto de Tamara, sentía claramente en mi verga esas pequeñas contracciones de los músculos de su esfínter acomodándose a la presencia del objeto intruso y empecé a bombearla, pero despacio, estaba prácticamente encima de ella, así que me apoye con las dos manos en sus omoplatos y me levante para poder bombearla más a gusto, mas cómodamente, siendo Tamara tan delgada paso por mi mente que la podía quebrar en un momento dado, pero la verdad es que las mujeres son más fuertes de lo que suelen parecer, por eso mis embestidas empezaron a tomar ritmo…cada vez más rápido, cada vez entrando en su culo con más fuerza.
-!Ahhhhhsiiii!, ¡ahhhh! ¡Ay! ¡Ahhhhh!, ¡ahhhh! ¡Auch! ¡Ahhhhh! – Se quejaba notoriamente Tamy en una mezcla de placentera protesta, una queja de gusto y de deleite al sentirse poseída por mí en su culito pequeño pero respingón.
-¡Me encantas Tamara!- le confesé en un momento dado, no pude resistirme a hacerle esa confesión – ¡traía muchas ganas de cogerte por el culo desde la primera vez que te vi…! ¡Mmmmjummm! -Y empuje más fuerte.
-Tuya soy… ¡Ahhhhh!, Te pertenece mi cuerpo… ¡Ahhhhh!, ¡ahhhh!… ¡Soy tu esclava…!
Escucharla sometiéndose a mí, de esa manera, y cuando dijo las últimas palabras apretó lentamente su culo respingón contra mi pelvis, fue una sensación increíble, mi pene reacciono de inmediato alcanzando su máxima erección firme y rígida, ella debió sentir mi pene creciendo entre los cachetes de sus nalgas, porque inicio un movimiento circular tratando de incrementar mi placer y el suyo propio.
En ese sentido es muy parecida a su hermana, Julie solía hacer lo mismo cuando me la cogía por el culo, no sé si alguna vez lo hablaron o simplemente está en su genética moverse así de manera natural así, pero agradecí el movimiento cogiéndomela más lentos para así disfrutar ese vaivén tan rico que me estaban dando sus nalgas, y sin duda fue muy placentero para ambos, me bastaba estirar un poco la cabeza a la derecha para ver su rostro, mantenía sus ojos cerrados y entre gemidos ahogados su boca dibujaba una deliciosa sonrisa de satisfacción.
No hay nada ya… tocarla por dentro así, tan bello es tenerla así a mi merced…
Mientras me la cogía con mis manos me dirigí a sus nalgas, magreandole las nalgas y apreciando la belleza de estas, me excite y me emocioné con esta parte de su cuerpo, en un arrebato de pasión y de furia sexual le di caña con cierta fuerza pero en mi distracción me salí de ella, mi pene se escapo de su culo y en la inercia al tratar de volver a metérsela me lastime el pene al golpear el perineo del culo.
-¡Auchh!!! – exclame al sentir el dolor y eso provoco que ella se volteara de inmediato a verme preguntándome si estaba bien.
-Sí, no es nada, solo me dolió un poco…- le explique innecesariamente.
Tamara dejo caer su culo y su cuerpo sobre la cama para después voltearse lentamente dejándome apreciar otras partes de su anatomía, y así, hincado como estaba ella se deslizo por debajo de mis piernas hasta quedar a la altura de mi pene el cual beso con mucho cuidado, después lo metió en su boca pero hizo una mueca de desagrado, sin duda el sabor del aceite para bebe no fue de su gusto por lo que se limito a masturbarme lentamente puso sus manos en mi pene sobando y haciéndome una buena chaqueta, la rigidez que había perdido por el dolor lo recupere fácilmente con sus caricias.
Desde esa posición trato de hacerme una “rusa”, lo que algunos conocen como “cubana”, que consiste en masturbar el pene con los pechos de la mujer, pero desafortunadamente sus pechos no eran muy grandes, por lo que no pudo hacerlo como ella quería y a mí me hubiera gustado, pero me complació mucho su intención, y esa sensación de sus suaves pechos pequeños acariciándome mi pene como podía, por lo que decidí compensarle el esfuerzo, le pedí que se quedara quieta así como estaba y me baje de la cama hincándome en el tapete hasta donde ella tenía los pies plantados al deslizarse para quedar a la altura de mi pene, desde ahí le tome las piernas y se las abrí subiéndolas en forma de una “V” muy abierta, y le di un lengüetazo en su húmeda rajita.
-¡Oohhhm! Qué ricoooo!- exclamó con agrado al sentir el inicio de mis nuevas chupadas.
Por unos minutos me dedique a chuparle, lamerle, mordisquearle, besarle, y darle dedo en el culo al mismo tiempo, no tardo mucho en sentir que se correría, pude sentir ese temblorcito claramente entre mis dedos que se introducían descaradamente en su culito ahora más abierto que nunca antes.
-¡No te pares Lalo…! ¡ya siento como voy a llegar!- me dijo…-¡Ahhhhhhh…! ¡oh …! ¡ahhhhh…!
Le levante las piernas aun mas, casi llegando hasta atrás, quedo prácticamente con los talones poco más arriba de su cabeza y ofreciéndome obscenamente sus dos agujeros para mi placer, me levante rápido para no perder el momento, ella se empezó a masturbar el clítoris mientras tanto y al acercar mi pene, lo masturbo también al mismo tiempo que lo dirigía hacia ella, por un minuto o un poco más, Tamara se masturbo con mi tranca a lo largo de su raja, pero sin introducírselo, y yo la dejaba hacer, le cedí la iniciativa porque era deliciosa la sensación de verdadero placer.
En cuanto me soltó retome la iniciativa y me enfile a su culo, le puse la cabeza en el agujero y lentamente se la metí de nuevo, Tamy me miraba a los ojos mientras yo hacía eso, profirió un gemido parecido a un suspiro de alivio: -¡Uhhhh! ¡Ahhh!- y siguió masturbándose ahora un poco más rápido, yo le sujetaba por los muslos mientras tanto para mantenerla así, completamente abierta, pero después tome sus tobillos, como si mis manos fueran grilletes que le aprisionaban fuertemente.
-¡Ahhhyyy Dios mio!…. Ahhh ohhhmmmm! Quédate adentro- Me decía ella, ahora entrecerrando los ojos y recuperando el ritmo que teníamos para hacerla correrse, quería sentir su venida en mi…
Aumente el ritmo lentamente, era una delicia, esa manera de apretarme… al parecer darle por el culo activaba nuevas áreas del placer para mi pequeña Tamy, ella abrió el compás lo más que pudo, tanto que le arremetí el culo retacándole mi trozo de carne con una fuerza producto de esa calentura que me había despertado, y le di con fuerza… una, otra, otra y muchas veces mas… sus gritos de placer se intensificaron aún más indicándome que venía una corrida descomunal… pero también venia mi leche en camino…
-¡Aaaaahhhhssssssiiii! Mi amor- me dijo mientras llegaba esa ola caliente y desbordante que era su orgasmo, un chorrito de liquido viscoso y claro salió de su almeja salpicándome el vientre lo cual me pareció muy rico y sin poderme contener más mi escroto se contrajo acercando mis huevos hacia mí, se acelero mi pulso dando fuertes latidos y un chorro de leche le deje ir por todo su culo inundándolo de mi semen, alcanzamos un inusitado placer… Por completo.
Le solté los tobillos dejando la marca de mis dedos en su blanca piel, Tamara dejo que su cuerpo se desmadejara como una muñeca de trapo, pues aun estaba disfrutando de las ultimas oleadas de su orgasmo y yo me deje caer encima sosteniendo mi torso sobre mis manos que apoye en la cama, quedando mi cara muy cerca del rostro de Tamy que aun estaba con los ojos cerrados disfrutando el éxtasis del momento.
Nos quedamos así… unos minutos… disfrutando la dicha de compartir nuestros orgasmos…
Sin duda ella sintió mi respiración porque abrió los ojos y no se extraño de estar tan cerca, simplemente me tomo del rostro acercándome a ella para darnos un larguísimo beso, dejándole enterrada la verga, sintiendo la manera en que su esfínter se apretaba a mi tronco de carne, no tardo mucho mi pene en perder su rigidez y ya débil y encogido se fue saliendo poco a poco dejando que parte de mi semen escurriera de su culito enrojecido cayendo como una pequeña cascada hacia el tapete.
-¿Escribirás algún día esta historia?- Me pregunto con una sonrisa.
-Lo hare, pero no esperes que eso sea pronto… – fue mi respuesta.

Ha pasado mucho tiempo desde esa última vez que vi a Tamara, nos escribimos de vez en cuando por correo, y nos mantenemos al día el uno del otro a través del Facebook, ahora vive en Vallarta, colabora con una asociación ecologista y atiende un negocio dedicado al turismo, tiene un nuevo novio con el que parece que algún día se casara, está terminando su tesis y tal y como le prometí alguna vez, escribo esta historia.

EPILOGO
Julie no volverá a mi vida y nadie podría sustituirla, ni siquiera su hermana por mucho que ella se esfuerce o yo trate de encontrar a Julie en ella, este es un círculo cerrado en mi existir, pero la vida sigue y es necesario iniciar nuevos ciclos, es momento de realizar un nuevo capítulo y definitivo… escribo justo al acabar este relato y empiezo a redactar un anuncio para publicar en la internet, en una página de contactos bdsm.
“Sí te sientes atrapada en un mundo que tú misma has ayudado a crear, o eres una mujer dominante con todos pero te has hartado de ser responsable, y piensas que sería lindo que alguien te cuide y tome el control de ti, ó eres una chica interesada en conocer actividades de las cuales solo has escuchado mencionar, tengo una propuesta para ti.
Busco una chica que desee ser mi sumisa para una relación de tipo juego de rol, en este juego erótico basado en las normas del BDSM serás mi esclava sexual, mi cachorrita, mi aprendiz, serás cuidada, protegida y educada por mí, me gustaría explicarte ampliamente los alcances de mi propuesta, sí estas interesada comunícate conmigo por correo para determinar limites e interés mutuos, inicialmente la relación sería virtual, después ya veremos.
Ofrezco Seguridad, Discreción, apego a las normas internacionales BDSM (Sano, Seguro y Consensuado) y apoyos adicionales a convenir”.

Humillada hasta el éxtasis


Entraron a la habitación, él vestido de traje, ella desnuda, con una mordaza en la boca y las manos atadas en la espalda. Él le ordeno sentarse en una banca de diseño muy simple, lisa, dura; la banca tenia encima un trozo de papel estraza que delimitaba claramente el lugar donde ella debía sentarse.
Asustada y a la vez curiosa y excitada se sentó como le ordenaron. Él corrigió un poco su postura, le hizo enderezar bien la espalda lo que de inmediato realzo sus esquicitos y aun tiernos pechos, la tomo firmemente de la cola de caballo y acomodo su cabeza, luego separo sus piernas lo suficiente para poder ver su completamente depilado pubis y de nuevo ajusto un poco su cabeza como si se tratara de un maniquí que estaba siendo acomodado para ser exhibido, le susurró al oído:
- Quieta.
Él se sentó delante de ella en una cómoda silla ejecutiva y comenzó a hablarle.
- En el momento que tú lo decidas te paras y te vas, ¿lo entiendes?
Ella asintió con la cabeza y un tímido ajaaa intento salir de su boca a través de la mordaza de bola que la mantenía a la vez abierta pero muy limitada.
- Bien, dejando eso claro te advierto esto, si mueves un musculo sin que yo te lo permita, si intentas hablar sin que yo te pregunte algo, si sales por esa puerta, se terminó, no me vuelves a ver nunca en tu vida y todo como siempre, para bien o para mal regresas a lo de siempre ¿Esta claro?
De nuevo asintió. En su mirada se veía crecer tanto su miedo como su excitación, nunca en su corta vida había estado en una situación similar, nunca había tenido sexo con un hombre que le llevara tantos años, ni siquiera había coqueteado con alguien que fuera más de dos o tres años mayor que ella, y si bien él apenas pasaba de los treinta, le llevaba más de una década y eso entre muchas otras cosas de él le parecían intrigantes y en momentos incluso imponentes.
- Veo que tienes miedo, es natural, estas asustada no de lo que yo pueda hacerte o de lo que vaya a pasarte, te asusta lo que estas aprendiendo de ti, te asusta que por tu propia voluntad estás haciendo exactamente lo que yo te digo y te tengo aquí desnuda y lista. Te asusta notar que pudiéndote ir no puedes, es más fuerte que tú.
Mientras lo escuchaba peleaba en su mente, una parte de ella que sabía que él tenía razón y que al parecer el sabia cosas de ella que ella misma no conocía, mientras otra parte buscaba minimizar la situación y se decía “si estoy aquí es porque estoy cachonda y claro que no me voy a ir de aquí sin que me hagas pasar un buen rato, no me voy a perder de un bocado tan sabroso…”
El continuó:
- Estas desnuda en esta habitación conmigo, lista para ser usada por mí (ella se sobresaltó ligeramente al oír la palabra usada, no estaba en absoluto acostumbrada a que le dijeran algo así), hoy podría hacer contigo lo que me plazca, tratarte como me apetezca y tú no vas a hacer más que permitirlo y disfrutarlo, estas aquí para mi deleite, eres el objeto de mi diversión y te encanta, no puedes evitarlo porque lo llevas en tu ADN, eres una pequeña putita…
De inmediato ella lo miro molesta, pensó que tal vez todo esto era una mala idea, que no estaba dispuesta a dejarse insultar solo para conseguir una buena cogida de un tipo guapo y estaba a punto de pararse cuando el intervino subiendo la voz.
- ¡QUIETA PUTA! ¿Qué?… ¿Te molesta que te lo diga o te molesta que tal vez sea cierto? ¿ya viste ese papel de estraza? Tu coño lo tiene bien mojado, mira nada más la mancha que has dejado en él, sabía que no podía dejar que una cerda como tú se sentara en mis muebles sin protección.
Puedes engañarte en tu mente, puedes pensar que tu corazón late rápido por enojo, que la sangre se te está subiendo a la cabeza por el sobresalto, pero la humedad entre tus piernas, tus pezones erectos, tus pupilas dilatadas, son más que un sobresalto, te puedo decir puta, zorra, estúpida, no te vas a parar de ahí, no sin la ilusión de que te detenga, de que te toque, de que en el calor del momento te tome apasionadamente y te haga mia, pero olvídate de eso, ya te lo he dicho, a la menor desobediencia te largas para siempre a lo de siempre.
Desconcertada se quedó inmóvil, la estaban humillando como nunca antes y sin embargo no se animaba a pararse e irse siendo tan simple como eso. En el fondo la idea de perder la oportunidad de ir más allá y ver a donde podía llegar esto era más fuerte y la tenía confundida, pero dentro de la confusión había algo claro como el agua, tenía apenas unos minutos ahí y los signos físicos de su excitación sexual estaba en niveles pocas veces experimentados y seguían aumentando con cada insulto.
- Como te dije, es natural que te asustes de ti misma, te han dicho muchas mentiras, te han educado para que pienses que tú y tu vida tienen que ser esto o lo otro, pero todas esas ideas no son más que exigencias y expectativas que te van a cargar de frustración porque tu estas hecha para algo diferente. Veras que con forme dejes ir las resistencias y te rindas ante tu verdadera naturaleza te sentirás liberada y plena.
Al oír estas palabras ella pudo retomar un poco de calma, dejo de pensar por un momento en lo que estaba viviendo y se perdió en esa idea que no le podía parecer más cierta, aun sin entender a fondo lo que le estaban sugiriendo. Él la busco con la mirada y la recupero de sus pensamientos, viéndola fijamente la regreso al aquí y ahora y le dijo de nuevo:
- Estas aquí para mi deleite, eres el objeto de mi diversión y te encanta, no puedes evitarlo porque lo llevas en tu ADN.
No te estoy hablando del día de hoy, estas aquí en la vida para eso, desde hoy vas a ser mi juguete, mi propiedad, mi entretenimiento y te voy a usar como yo elija, mientras yo lo quiera, para lo que me plazca y no puedes evitar mojarte más y más mientras lo oyes.
Él se levantó, camino hacia ella y desato sus manos, luego regreso a su sitio.
- Esto es lo que va a pasar con tu vida, vas a venir a vivir conmigo y vas a ser tan degradada como sea posible, vas a dejar de pretender que eres la niña de buena familia con un futuro exitoso y te vas a rebajar tanto, que hoy no puedes ni siquiera comprenderlo. Vas a redescubrir lo que eres, lo que está programado en lo más profundo de tus células, vas a aprender cuál es tu lugar como mujer y para que sirves.
No te detengas, te desate por una razón veo que no puedes contenerte, no puedes dejar de pensar tocarte, estas hecha una hembra en brama, se ve en tus ojos, lo tienes permitido, puedes tocarte.
Ella respiraba rápidamente, su rajita estaba más que mojada y podía sentir como pulsaba desde hacía un rato. Cuando le permitieron tocarse se sintió tal liberada que toda su postura y su expresión cambiaron por completo.
Las marcas rojas que dejo la cuerda en sus muñecas contrastaban fuertemente con su piel de color rosa pálido, casi blanco y pronto harían juego con el color de sus labios vaginales y clítoris que había empezado a frotar con dedicación.
- Tu cuerpo será usado a placer por mí y por quien yo quiera, aprenderás a usar y tener siempre listos, limpios y disponibles tus tres agujeros, cada uno es un tercio de tu valor que de por si es insignificante así que no te puedes dar el lujo de desperdiciar nada, aprenderás a hacer sexo oral tan a fondo que podrás lamer al mismo tiempo los testículos sin importar el tamaño de verga que te estés tragando y sin ningún contratiempo y solo tendrás arcadas voluntarias para que quien tengas adentro disfrute de la sensación, digamos que tu garganta será todo una masajista profesional.
Al escucharlo ella imaginaba la escena, se imaginaba penetrada por la garganta, veía en su mente como se la cogían diferentes hombres por su boca sin ningún tipo de cortesía, alguna vez vio algo así en un video porno y le pareció repugnante que alguien pudiera tratar así a una mujer, pero en ese momento nada quería con más ganas que remplazar esa bola de hule por el miembro de quien le hablaba y solo de pensarlo literalmente se le escurría la baba, estaba mojada no solo por abajo, también su boca escurría y las gotas descendían por sus mejillas hasta sus pechos.
- Como un objeto de mi propiedad, serás prestada, rentada, exhibida y usada a mi gusto, en reuniones y fiestas te usare a sea como juguete sexual o como mesa de centro o lo que se me ocurra y por las mañanas serás el escusado en el que orine y desayunaras mi semen cada día.
Ella no podía más, jadeaba como perra y se corrió con fuerza sacudiéndose fuertemente, pero no tenía intenciones de detenerse, sin embargo él se acercó tomo sus manos y las ato de nuevo en su espalda.
- ¿Quieres seguir masturbándote zorra?
Ella asintió desesperadamente, suplicándole con la mirada que la dejara continuar, estaba tan caliente y ese orgasmo fue tan intenso que no podía renunciar al siguiente, ella sabía que un segundo orgasmo seria aún más fuerte ya que siempre era así para ella aunque rara vez estaba ten excitada como para lograrlo o si quiera intentarlo.
- Si vas a seguir frotando tu concha va a ser aquí a mis pies.
Mientras le decía esto le señalaba su zapato derecho y extendió un poco su pierna para dejarlo más accesible. Ella de lanzo al suelo de inmediato quedando sobre sus rodillas, con las piernas abiertas y su vulva sobre el zapato del hombre que la miraba con una mezcla de burla y desdén, y mientras seguía hablándole, ella se frotaba frenéticamente contra él.
- Tu ano y tu vagina serán capaces de recibir grandes objetos, pero siempre mantendrán su firmeza y tono muscular, los lavaras cada hora a profundidad, siempre deberán estar limpios, perfumados, lubricados…
No tendré ninguna consideración al usar o ceder tu culo y es responsabilidad tuya si te duele, así que te sugiero que lo tengas bien entrenado y dispuesto o vas a sufrir mucho y pobre de ti si alguna vez deja de sentirse firme, tendrás que saber relajarlo y apretarlo según el uso que se le dé, ya sea que te haga meter en el tu propio puño, un par de grandes vergas o un dedo meñique, siempre debe estar lo suficientemente dispuesto para que sea de fácil acceso y lo suficientemente apretado para que sea placentero para quien lo use.
Ella no tenía mucha experiencia, sexual y su culito pequeño, rosado y aun virgen apenas conocía el roce de sus dedos, pero al oír que lo mencionaba, no dudo en comenzar a jugar con él pues aun con sus manos atadas le quedaba a la mano.

- En mi casa tendrás el lugar que te corresponde como mujer, estarás por debajo de las personas que trabajan para mí, estarás por debajo del nivel de mis mascotas, estarás por debajo del nivel de la mayoría de mis pertenencias. No vas a venir a trabajar, vas a ser usada, no estarás para hacerme compañía ni recibir cariño y no pienses por un momento que vas a permanecer en mi casa la mitad del tiempo que puede servir un mueble ni mucho menos un cuadro u escultura. Tú en cambio me atenderás si te lo pido en la forma que te lo pida, serás mi mascota si eso me entretiene a mi o a una de mis verdaderas mascotas, una de las que sí tienen mi cariño y mi respeto, serás un mueble o una pieza decorativa si así lo quiero y serás un escusado para que te orine cundo tenga ganas, pero incluso un escusado de buena calidad tiene más asegurado su lugar en mi casa, tu eventualmente serás desechada porque eso es lo que eres, ese el lugar y el valor de una mujer, no son más que un pedazo de carne para ser fornicadas, usadas y luego desechadas, llegara el día en que te deje en el contenedor de la basura y tal vez los del servicio de recolección encuentren como reciclarte, están acostumbrados a usar cosas de segunda mano y buscarle usos a los desechos.
Para cuando le hablaron de desecharla estaba alcanzando su segundo orgasmo y gemía como nunca, tenía dos dedos en el culo y seguía frotando su chocho contra el zapato de él.
- Voy a modificar tu cuerpo a mi antojo, voy a tatuarlo y perforarlo, si me gusta cómo te corres te permitiré quedarte tu clítoris, peor si no podemos sustituirlo por algún adorno, me gustan las perlas, no que la merezcas, pero como tú misma su función es mi deleite.
Te mantendrás en forma con dieta y ejercicio si no quieres adelantar el día en que te deseche.
Serás preñada como ganado y aun durante el embarazo recibirás el mismo trato. Si tienes un varón lo educaras para que sepa tratarte y usarte adecuadamente como la estúpida puta inútil que eres, le enseñaras que ese el lugar de la mujer y que puede hacer con tigo lo que quiera siempre que tu dueño se lo permita. Si tienes una niña tú misma la educaras en la sumisión, la prepararas para cuando sea su momento y cuando tenga la edad de asumir sus funciones te remplazara y tú serás desechada.

Ella era un mar de emociones y sensaciones, gemía de placer y no paraba de venirse al tiempo que lloraba incontrolablemente. Si alguien le hubiera dicho hace unas horas que un día se daría placer de esa manera a los pies de un hombre, mientras la humillaban, no lo hubiera creído en lo absoluto, sin embargo ahí estaba terminando una y otra vez, hinchada y adolorida, con el culo dilatado y la cara llena de saliva y lágrimas.
El quito su pie y cuando ella intento recuperarlo lo aventó al piso, le ordeno que lo limpiara con la lengua y así lo hizo ella. La tomo con una mano del pelo y con la otra la abofeteo unas cuantas veces con bastante fuerza, hasta que su cara quedo bien roja y el llanto lego a su clímax.
Saco una pluma de su saco, escribió su correo electrónico en el papel de estraza justo en la parte manchada de flujo y se fue.
Ella se quedó tirada en el piso, encogida y llorando por un rato. Luego se paró tomo el papel con el correo y se fue.

Continuará…


por dom.turot

jueves, 16 de mayo de 2013

tu, yo… asi nos vemos .


19 de mayo de 2012
por lo general tiendo a narrar mis aventuras sexuales yo misma, pero en un ejercicio que hicimos, los dos relatamos nuestros puntos de vista y resulto bastante interesante.

esto sucedio un dia sabado….

El: A pesar de no ser un buen día, ya que no me sentía mal cumplí mi compromiso y fui a juntarme con ella. Para ser sincero tenia muchas ganas de tirar pero me daba un poco de miedo volver a enfermarme, la fiebre no es nada de agradable.

Una vez juntos, le pedí que me acompañara a buscar algo a mi oficina, con el fin solo de besarla y tocarla un poco, ella accedió sin problemas, yo creo que sabía a lo que íbamos. Entramos al lugar, cruzamos un par de palabras y nos fuimos a los besos, le pedí que me acompañara al lugar mas tranquilo que la vacía oficina, el baño de atrás, que además de estar aislado no se puede manchar con ningún tipo de fluido.

Al entrar cerramos la puerta aunque no había nadie. Lo que sucedió ahí estuvo la raja, la verdad tengo recuerdos difusos solo por lo caliente que estaba, recuerdo todo pero no el orden especifico, estaba bien fuera de mi. Según mi cronología mental lo primero que hicimos fue besarnos y tocarnos, mis manos como siempre se fueron directo a sus tetas que me gustan tanto, las toque con mis habituales ganas. Luego le pedí que se bajara los pantalones para comerme su conchita, cuando lo hice note cierta incomodidad en ella asi que no lo hice, me levante y seguí besándola, le dije que se diera vuelta y lo meti en su conchita, estaba muy mojadita, así estuvimos un ratito corto, lo saque y lo meti en su boca, me lo chupo maravillosamente como siempre, lo sentía tan rico que tome su cabeza y comencé a moverme rápido y fuerte, culiandomela por la boca, ella se atoraba pero eso solo me calentaba mas, asi paso un rato y le pedi que se subiera sobre la tasa del baño con las piernas juntas, le meti el pico y comencé a clavarla lo mejor que podía, se sentía tan rico escuchar sus gemidos, estaba muy muy caliente, me encanta verla así, me gusta mucho su culo grande, se la seguía metiendo mientras le tiraba el pelo. En eso dijo que estaba incomoda, se bajo, me apoye en la pared, ella se pego a mi, cuando sintió en pico adentro empezó a moverse de una manera que me dejo loco, pero loco, estaba tan caliente y sentía tan rico su conchita, era como que abrazaba mi pico, se movia de arriba abajo, se resfregaba, yo sentia que en cada uno de sus movimientos me iria cortado, estaba totalmente descontrolado, solo “me dejaba usar”, creo que si a ella le gusto un 50% de lo que me gusto a mi, esta mas que bien jajaja… paso asi un rato y ella siguió con la iniciativa, me pidio que me sentara, yo no sabia si acceder, pero después de los maravillosos culasos que me dio no me quedaba mas que acatar. Me sente y ella se saco el pantalón.. se subio sobre mi rapidamente y se sentia mejor, era como que su concha era hecha para mi pico, yo le daba besos, le chupaba las tetas pero me costaba concentrarme por lo que sentía en el pico… me tenia enfermo, lo unico que queria era meterlo por el culo pero ella no me dejo.. se siguió moviendo y yo era un actor pasivo, en eso la tire para atrás, tome sus piernas y me levante con ella en brazos… me dijo que no se podia, lo hice igual pero por descoordinación no duro mucho.. volvimos a la misma pose.. la verdad estaba en el cielo de lo rico que sentia pero no podia aguantar las ganas de volver a levantarla.. la tome y la levante… ahora con mas éxito, no duro mucho por que ella se puso nerviosa o tensa, no se, pero el poco ratito fue una cosa fuera de serie, su cara caliente mesclada con miedo era la raja, me sobre calento a un nivel casi enfermiso… cuando la baje seguimos en la misma pose, ella sobre mi moviendose a su gusto … cuando lo recuerdo pienso que fui bien flojo pero no me importa, estaba tan rico(todo esto que cuento esta mesclado con unos gemidos calentones, cerca de mi oido que me mataban, tan ricos.. ufff)…. Mientras todo esto pasaba , veia su cara de caliente, muy colorada, labios rojos, respiración agitada, sentia su concha mojada y mi cabeza solo pensaba en que queria darle por el culo, ponerla en 4 y meterselo hasta el fondo, el problema es que estaba tan rico todo, que no me podia salir de la pose…. Estaba como hipnotizado, mientras lo pensaba ella se seguia moviendo.. me estaba haciendo mierda como nadie ademas de ella lo habia hecho … mi deseo por su culo se quito al llegar a un tremendo orgasmo donde le llene la concha de mi moco, mientras se la llenaba mis piernas se tensaban … la escuchaba gemir y mas rico sentia, es una cosa rara de explicar, pero muy rico.

Cuando todo se acabo nos limpiamos y ordenamos la ropa, mientras pensaba que este “culion” facil entraba en el top 3 de mi vida, me encanto como me uso… como me hizo mierda. Puedo decir tranquilamente que nadie me ha dado tanto placer, ni me a usado tanto y tan bien como ella… creo que ya me empiezo a acostumbrar de hecho, la semana pasada me habia hecho lo mismo antes de tener que irnos de un motel… sin duda es la mejor pareja sexual que he tenido en toda mi vida.

Firma : EL

Yo:

Habia esperado ansiosa el fin de semana, y mas ansiosa sentia pasar el tiempo esperandolo bajo un arbol a medio dia con mucho calor.. no ambiental, si no sexual.cuando llego, lo bese sin exagerar, solo roce sus labios.. caminamos hablando del dia, de su salud y con un tono bastante infantil respondi todo, debia ocultar mis ancias y nervios de saber que me tenia preparado-me acompañas? necesito cargar mi telefono..fuimos a su lugar de trabajo, al ser fin de semana, estariamos solos, pasaron por mi cabeza instantaneamente todas las veces que fantasee con chuparle el pico bajo su escritorio para hacerlo enloquecer mientras trabajaballegamos y se dio mil vueltas, me hablo de su cambio de ubicacion, de mil cosas blah blah blah, paciente y muy atenta escuche todo.. me sente al lado de el, ya que si seguia caminando como tigresa en celo, quemaria el alfombrado..me acerco a el tomando la silla con ruedas y me beso, algo enredada con mi bolso tome su cuello para presionar sus labios a los mios.. mojada de concha instantanea..me tomo de la mano: – vamos a un lugar seguro-entramos al baño. del que si mi memoria no fallaba, se habia mastubardo mas de una vez escuchandome por telefono gemir como una niña..sus ansias? chuparme la concha, no se lo permiti, deseaba su pico como loca y no quería perder el tiempo, besos mis pezones y paso su lengua despacio simulando una lamida de clítoris que me enloqueció..Me bajo los pantalones metio sus dedos y me beso.. generamos tanto calor de inmediato.. que ardía en deseo más de lo normal.. saco su pene y comenzo a penetrarme de espaldas.. extrañamente en esa posicion sentia rozar su falo en mi clitoris de manera exquisita, me afirme contra el wc acorralandolo contra la muralla, inicie una serie de movimientos de culo que entre gemidos, un cállate y un me tienes en las nubes.. Disfrute hasta el orgasmo..me hinque contra la puerta, metió su pico en mi boca y me culeo oralmente.. su sabor inundo mi garganta.. su brutalidad me hizo sentir una pendeja de mierda, una puta sin sueldo, solo por amor al arte de culear.-siéntate- fue mi invitaciónme senté sobre el, para moverme, para saltar, para besarlo.. hacia adelante, hacia atrás, frenética, lenta.. extasiada y caliente al máximo, sus palabras al oído me mojaron y encendieron su imaginaciónde pronto me toma en sus brazos, me levanta con dificultad y me penetra con fuerza en el aire, mis nervios no me dejaron disfrutarlo al maximo, pero imagino, que menos tensa y con practica, sentire tal placer que enloquecere.me monte de nuevo, diciendole que se calle, me quiere culear, lo hago callar metiendo mi lengua en su boca, lo deseo, deseo verlo acabar, quiero su leche.me voy en un nuevo orgasmo.. me muevo mas.. gemidos van.. beso su cuello lo muero.. lo deseo mas.. acaba despacio.. rico.. siento aun su pico duro rozando mi vagina en espasmos que me calientan una vez mas.. habria seguido, pero el deber llamaba.. – la mancha en una alfombra es dificil de sacar- somos unos promiscuos de mierda.